domingo, 21 de marzo de 2010

UN PROFETA (UN PROPHÈTE, JACQUES AUDIARD, 2009)

Título Original: Un prophète
Año: 2009
Nacionalidad: Francia
Duración: 150 min.
Director: Jacques Audiard
Guión: Jacques Audiard y Thomas Bidegain, según un guión original de Abdel Raouf Dafri y Nicolas Peufaillit.
Actores: Tahar Rahim, Niels Arestrup, Adel Bencherif, Hichem Yacoubi, Reda Kateb, Jean-Philippe Ricci.

Sinopsis: Malik tiene 19 años, es árabe y acaba de ingresar en prisión por golpear a un policía. Los acontecimientos dentro del recinto penitenciario se suceden con rapidez: un par de presos agreden a Malik para robarle su calzado; un tal César Luciani, mafioso de origen corso, pretende que Malik asesine a otro recién llegado a la prisión que va declarar en contra de su organización; Malik decide denunciar el suceso, pero las comunicaciones internas de la prisión son controladas por los presos corsos, que le propinan una paliza y le amenazan seriamente si no cumple óptimamente con el cometido que se le ha encomendado: si no mata, le matarán. Malik tomará un decisión, agudizado su instinto de supervivencia por las circunstancias,  que cambiará para siempre su papel en la prisión y su futuro en la vida.




El cine de Jacques Audiard parece ser un cine construido en torno a la necesidad de supervivencia del ser humano. Desde su debut con la curiosa y parcialmente interesante “Regarde les hommes tomber, 1994”, hasta la recientemente estrenada “Un profeta”, pasando por “Un héroe muy discreto” (Un héros très discret, 1996), “Lee mis labios” (Sur mes levres, 2001) y “De latir mi corazón se ha parado” (De battre mon coeur s´est arrêté, 2005), uno puede escoger a cada uno de los personajes protagonistas de estas  cinco películas y formar con ellos un grupo humano de individuos que emprenden una lucha particular para preservar o conseguir su lugar en el mundo. Ya se llamen Albert Dehousse (Mathieu Kassovitz), en “Un héroe muy discreto”, que es erigido héroe popular de una guerra en la que no ha participado, o Malik El Djebena (Tahar Rahim) en “Un profeta”, un joven árabe de 19 años que se ve forzado por la circunstancias (su ingreso en prisión), a emplear todo su instinto de supervivencia para no desfallecer en el duro y peligroso nuevo ambiente en el que va a (mal)vivir.

La primera media hora de metraje del film, que narra las primeras impresiones, anécdotas (una de ellas el robo, por parte de dos presos, del calzado del protagonista) y cambios decisivos en Malik, un recién llegado a una prisión, está notablemente construida narrativamente y presenta una labor de planificación y montaje no menos digna, especialmente en algunos momentos concretos que ahora señalaré.

El mafioso César Luciani, de origen corso, que controla el propio funcionamiento de la cárcel a varios niveles, elige a Malik para llevar a cabo el asesinato de Reyeb, un preso árabe que va a ver disminuida su condena a prisión por ejercer de testigo acusatorio contra el jefe de la mafia corsa. Si Malik no mata a su objetivo, le matarán a él.
Un hombre de Luciani procede a adiestrar a Malik  acerca de cómo debe proceder para ejecutar de forma infalible a Reyeb: un corte rápido en la yugular, que debe conseguir realizar deslizando una cuchilla de afeitar por su paladar, cuando simule entablar una relación homosexual con su víctima.
Audiard filma a Malik observándose frente a un espejo mientras este practica como manejar la cuchilla con la boca: los repetidos cortes que su torpeza le ocasionan dan como resultado escupitajos de sangre. El uso del espejo, más allá de su necesidad narrativa, también conlleva añadido, en esta ocasión, un cierto valor simbólico relacionado con el auto-descubrimiento de sus capacidades a las que se ve forzado Malik por las circunstancias.





Momentos antes de dirigirse a la celda de Reyeb para llevar a cabo su cometido, Audiard dedica un suave travelling de acercamiento hacia el propio Malik, en la soledad de su celda: un movimiento de cámara que plasma visualmente el movimiento interior, la tensión, del personaje.

Una vez Malik accede a la celda de Reyeb, ambos hombres se sientan en el único catre del pequeño recinto, y Malik, que no puede hablar demasiado debido a la cuchilla que lleva escondida en la boca, ve aumentar su nerviosismo cuando, al llevarse una mano al labio, comprueba que tiene sangre: Audiard visualiza la situación con un plano que muestra a Malik sentado en la cama pero inclinado hacia adelante, a la izquierda y en primer término del encuadre, y a Reyeb desenfocado, a la derecha y en segundo término del encuadre, apoyando la espalda contra una pared. El plano funciona por esa diferencia de términos de la imagen, que dota a la misma de una singular tensión dramática, pues mientras Malik intenta reaccionar con rapidez a su difícil situación, Reyeb empieza a ser consciente del extraño comportamiento del joven. La torpeza inicial de Malik, al dirigirse hacia Reyeb con la cuchilla apretada con los dientes, es finalmente corregida, y Malik consigue cortar certeramente en la yugular de su objetivo. De nuevo Audiard asume un lenguaje clásico pero muy efectivo: la violencia y consecuencias de la agresión son resaltadas visualmente gracias al uso de ángulos de cámara picados y contrapicados.

El planteamiento narrativo de “Un Prophete” finaliza con un certero fundido a negro, que señala un punto y aparte para Malik respecto a su papel en la cárcel: efectivamente, una vez cumplido su violento cometido, uno de los hombres de Luciani le entrega una bolsa con “regalos”, y a partir de ese momento Malik desempeñara el rol de sirviente de los presos de la mafia corsa.




Los problemas de “Un Prophete”, en mi opinión, empiezan a partir de ese momento, es decir, a partir de que da inicio el nudo narrativo de la película, y Audiard  no logrará secuencias con la misma capacidad de persuasión hasta prácticamente la media hora final de película. A la película parece convenirle un trabajo de depuración y síntesis narrativa que no se ha llevado a cabo en la sala de montaje: son considerables las reiteraciones en las que incurre Audiard y su tendencia a fragmentar narrativamente la película en secuencias habitualmente breves, crea, paradójicamente, una sensación de acumulación de acontecimientos un tanto falsa y cansina; ej: el primer permiso que Malik recibe para pasar el día fuera de la cárcel es aprovechado por Luciani para encargarle un trabajo a “su árabe”, que consiste en hacer la entrega de un maletín. Dos hombre de Luciani acompañan en coche a Malik hasta las cercanías del lugar de la entrega, y se van. Malik llama a la puerta de una casa y unos árabes le hacen pasar al interior a punta de pistola, comprueban el contenido del maletín y, satisfechos, entregan a Malik a un hombre de Luciani que tenían secuestrado, para acto seguido huir del lugar. 

A partir de este momento, Audiard dedicará un plano a Malik cargando a cuestas el cuerpo del malherido mafioso; otro plano a Malik llamando por teléfono para que los hombres que le han acompañado hasta el lugar vengan a recogerles; otro plano a Malik esperando a que llegue el coche…en fin, que Audiard parece preferir contar con pelos y señales cada unas de las acciones que uno realizaría en la vida real de encontrarse en la misma situación, en lugar de recurrir a elipsis narrativas. Uno de los aspectos que más han cambiado (a peor) en el cine actual con respecto al cine de los años 30, 40 o 50 es la duración de las películas: lo que Raoul Walsh, Marcel Carné o Douglas Sirk hubieran narrado en 90 minutos, un cineasta actual lo hace en 150; es decir, una hora más de metraje para narrar prácticamente lo mismo. El problema, de todos modos, no es que el realizador francés solucione una secuencia de esta manera, es que actuará del mismo modo en innumerables ocasiones, por no mencionar las también incontables secuencias de transición que apenas aportan nada a la película; o las múltiples subtramas que no siempre están bien desarrolladas, como la que relaciona a Malik con un preso, llamado Jordi El Gitano, que ejerce en el interior de la prisión de traficante de hachís y otras drogas, o otra trama que tiene como principal finalidad mostrar la progresión del cáncer que padece Ryad, que se revela absolutamente insustancial en el contexto de la película (y que recuerda a otra subtrama mal planteada que tenía lugar en “Lee mis labios”, relativa a los problemas personales del agente de libertad condicional que se encargaba del control de Vincent, el personaje interpretado por Vincent Cassel); o las cansinas reapariciones fantasmales del asesinado Reyeb, que tienen lugar cuando Malik se encuentra a solas en su celda. Todo ese conjunto de subtramas,  de secuencias narradas sin capacidad de síntesis, de reiteraciones narrativas, etc., se convierten en un verdadero lastre para “Un Prophete”.




Y otro aspecto negativo, quizá más de lamentar, es que Audiard parece optar, de forma formularia, por los primeros planos para narrar prácticamente cualquier situación de su película: si en el interior de las celdas puede resultar pertinente el uso de planos cerrados o muy cerrados sobre los personajes, con la finalidad de resaltar las reducidas y claustrofóbicas dimensiones de esos espacios, uno no entiende por que en las secuencias que transcurren en exteriores, o en las que tienen lugar simples conversaciones entre personajes, Audiard opta en todo momento por la misma solución.

Esporádicamente, ese tipo de solución formal se revela cargada de sentido; ej: la emboscada en plena calle que organizan Malik y su amigo Ryad al coche en el que unos tipos llevan secuestrado al cabecilla de la mafia corsa: los azarosos cambios que se dan en el trayecto del vehículo, junto a la repentina improvisación de Malik de dirigirse a pie y a descubierto hacia el coche y liarse a tiros con los integrantes del mismo, necesitan de esos primeros planos que centran la mirada tensa de los personajes en una situación de peligro que precisa de decisiones inmediatas. La secuencia también contiene una cierta estilización visual (ralentíes) y sonora (Malik se queda momentáneamente sordo por efecto de los disparos), pero Audiard se muestra más certero al emplear un primer plano en picado sobre el propio Malik cuando este camina decidido a emprender la masacre.

El plano final de la película, que no desvelaré para quién no la haya visto todavía, es uno de los mejores, sino el mejor, de “Un prophete”: muestra a Malik avanzando, de plano general hasta alcanzar un primer plano, hacia cámara, mientras de fondo sonoro se escucha una suave versión, a cargo de Jimmie Dale Gilmore, de la canción “Mack the knife” (En origen una canción de 1928, con letra de Bertolt Brecht acompañada por música de Kurt Weill): un excelente plano, sutil y cargado de connotaciones para el personaje, que demuestra que Audiard es capaz de confeccionar imágenes persuasivas.

El anterior film del director francés, “De latir mi corazón se ha parado” (a su vez remake del interesante film americano “Fingers”, dirigido por James Toback en 1978 y interpretado por Harvey Keitel), sigue siendo, en mi opinión, el más logrado de la (hasta el momento) breve filmografía de Jacques Audiard. “Un Prophete” es un film interesante, pero si uno se deja llevar a ciegas por la mayor parte de críticas que ha generado, también es una obra desprovista de defectos, lo que no es precisamente cierto.





2 comentarios:

  1. Saludos, Oscar,

    sólo he visto dos películas de Audiard, ésta que se comenta y UN HÉROE MUY DISCRETO. Ambas me parecen dos parábolas, dos ciclos vitales cerrados, demasiado perfectos para mi gusto. No sé, quizás Audiard esté más cerca del cinismo de algunos personajes wilderianos (pensemos en STALAG 17, por ejemplo) que de ningún otro director. Pero a diferencia de Wilder y sus embaucadores, Audiard filma la constancia del subalterno, capaz de resistir lo que haga falta, para, primero sobrevivir, y luego ir apoderándose, peldaño a peldaño, de la situación. De ahí que Audiard se preocupe mucho de reforzar ese rasgo cíclico mostrando al final de la película [ATENCIÓN TRAMA DESVELADA] como el protagonista sale de la cárcel con las mismas deportivas con las que entró y que intentaron robarle.

    Mención aparte merece la atmósfera carcelaria, impecablemente reflejada, aunque paradojicamente contrapuesta al vertiginoso ritmo de la narración.

    MV

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  2. Hola Mario,

    no me había planteado de forma consciente la constancia de la parábola en el cine de Audiard: tienes toda la razón y me parece interesante ver sus películas desde esa perspectiva. Lo único que lamento de "Un profeta" es lo exageradamente desmedido de su duración (inusual hasta el momento en este realizador, habitualmente más sintético) y la tendencia casi formularia del realizador de recurrir en gran parte del metraje a los primeros planos. Si puedes, échale un vistazo a “De latir mi corazón se ha parado”, que me parece el trabajo más logrado de Audiard hasta el momento.

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