lunes, 1 de marzo de 2010

VALS CON BASHIR (VALS IM BASHIR, 2008, ARI FOLMAN)

Título Original: Vals Im Bashir
Año: 2008
Nacionalidad: Israel, Alemania, Francia, Estados Unidos, Finlandia, Suiza, Bélgica y Australia.
Duración: 90 min.
Director: Ari Folman
Guión: Ari Folman
Actores (Voces): Ron Ben-Yishai, Ronny Dayag, Ari Folman, Dror Harazi, Yehezkel Lazarov, Mickey Leon.

SINOPSIS: Ari, un director de cine, se reúne en un bar con un viejo amigo, que le habla de la pesadilla recurrente que tiene, en la que 26 perros le persiguen vorazmente. Ambos hombres formaban parte, a principios de los años 80, del ejército israelí, y llegan a la conclusión de que la pesadilla está relacionada, de algún modo, con una misión que llevaron a cabo durante la guerra del Líbano. Ari, fascinado por ésta extraña conexión y por el hecho de no ser capaz de recordar nada de ese período de su vida, decide contactar con amigos y excompañeros del ejército para, a través los recuerdos ajenos, tratar de recuperar su memoria.



El cine de animación, que en los últimos años goza, gracias a las películas creadas por los genios de Pixar o por el japonés Hayao Miyazaki, de gran repercusión crítica y comercial, sigue estando un tanto huérfano de películas con un carácter absolutamente adulto que dejen de lado el protagonismo infantil o juvenil. La mayor parte de buenas películas de animación se ven un tanto “coaccionadas” por el mercado al que intentan acceder, pues se trata siempre de producciones muy costosas, y aún más laboriosas, que necesitan generar un buen caudal de ganancias.
La reciente película de Ari Folman, “Vals con Bashir”, es un feliz hallazgo en relación a la posibilidad de concebir un cine adulto de animación.

Folman demuestra que se puede ser creativo si se tiene el talento necesario para ello, y estructura su reflexión sobre la memoria y la guerra dejando de lado las estructuras narrativas más convencionales y el uso institucionalizado de elementos como el flash-back. La película es, por encima de todo, una fantasmagoría subjetiva en torno a la guerra y la brutalidad del ser humano que, además de alejarse de los dogmatismos y las anécdotas ejemplarizantes, tiene la virtud de mezclar con inteligencia lo dramático, lo surreal, lo violento y lo cómico: quizá alguien recuerde un film que tuvo cierta repercusión hace ya unos años, titulado “Tres Reyes”, y que también mezclaba hábilmente los elementos citados. En el caso de la película dirigida por David O. Russell el conflicto tratado era el iraquí, en la película de Folman el protagonismo recae sobre el conflicto palestino-israelí.



Es difícil describir con palabras las imágenes de “Vals con Bashir”, una película muy libre formalmente, pero que al mismo tiempo consigue moverse como pez en el agua en el terreno acotado por Folman. A través de las sucesivas entrevistas que mantiene el propio personaje del realizador con varios compañeros que estuvieron a su lado durante algunas incursiones bélicas durante el conflicto, Folman deja emerger los recuerdos en forma de imágenes surreales, ya tengan estas un carácter ensoñador o pesadillesco, sin perder nunca de vista su capacidad poética.

El propio Folman, que en la película sufre de un olvido casi absoluto de los momentos más traumáticos que experimentó en la guerra, reconstruye a través de los recuerdos de los demás, parciales o completos, su propia experiencia: una de la secuencias del film hace hincapié en lo arbitraria que resulta la mecánica de la memoria narrando una anécdota en la que a unos pacientes se les enseñó una serie de fotografías reales de su infancia mezcladas con una imagen falsa, un montaje fotográfico: algunos aceptaron la imagen, sin dudarlo, como parte de su experiencia vital; otros dudaron, pero al segundo vistazo reconocieron la imagen fehacientemente: la relatividad de la memoria humana.



El uso de la paleta de colores, el sonido y la música, o unos movimientos de cámara que difícilmente se hubiera podido permitir el propio Folman en una película de imagen “real”, se revelan elementos muy fructíferos en las manos del realizador; tanto es así que incluso recupera una tradición fílmica muy diluida en la actualidad: los viajes en coche, en el film aquí tratado, no son meramente un trayecto físico, sino también mental: el personaje reflexiona y progresa en su búsqueda mental de recuerdos mientras estos desplazamientos físicos tienen lugar, y Folman emplea la iluminación, con sus zonas de luz y de sombra, de forma expresiva y metafórica (recordemos, sin ir más lejos, el brillante uso de elementos similares que se daba en “Retorno al Pasado”, de Jacques Tourneur).
Lo mencionado en el párrafo anterior pone de relieve que el director emplea con sentido común cada minuto de metraje, exprimiendo las ideas y los momentos, aunque aparentemente se trate de secuencias de pura transición narrativa.
La vivencia de la guerra es una experiencia necesariamente subjetiva, obviamente alejada de las situaciones y personajes tópicos que abundan en el cine mundial, y Folman, consciente de esto, logra que cada una de las secuencias de su película sea única y intransferible.



Otra experiencia fílmica que puede generar en el espectador sensaciones similares a las que provoca la película del director israelí es “Uno Rojo, división de choque”, del gran Sam Fuller, un film dividido en bloques, anécdotas personalizadas, que en su fragmentariedad narrativa hallaba el modo de transferir al espectador la experiencia de la guerra mejor que la mayor parte de películas bélicas que se puedan recordar.
Cierto es que la calidad que muestra la animación de “Vals con Bashir” no está a la altura de la calidad técnica que muestran las películas de Pixar, Disney o Hayao Miyazaki, pero ello no impide que el resultado del film sea superior en ideas y mucho más estimable conceptualmente que el que muestran recientes películas como “Monstruos contra alienígenas” o “9”.
Y respecto a la guerra, recordemos unas líneas de “Meridiano de sangre”, de Cormac McCarthy: “Da igual lo que los hombres opinen de la guerra, dijo el juez. La guerra sigue. Es como preguntar lo que opinan de la piedra. La guerra siempre ha estado ahí. Antes de que el hombre existiera, la guerra ya le esperaba. El oficio supremo a la espera de su supremo artífice. Así era entonces y así será siempre. Así y de ninguna otra forma”.

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