martes, 30 de marzo de 2010

EL ESCRITOR (THE GHOST WRITER, ROMAN POLANSKI, 2010)

Título Original: The Ghost Writer
Año: 2010
Nacionalidad: Francia, Alemania, Reino Unido.
Duración: 128 min.
Director: Roman Polanski
Guión: Robert Harris y Roman Polanski, según la novela “The Ghost”, de Robert Harris.
Actores: Ewan McGregor, Olivia Williams, Kim Cattrall, Pierce Brosnan, Tim Preece, James Belushi.

Sinopsis: Un escritor, contratado para confeccionar las memorias del exprimer ministro británico Adam Lang, aparece muerto en la costa de Martha´s Vineyards, en Nueva Inglaterra. Los directivos de la editorial hallan rápidamente a un sustituto, que acepta el encargo a cambio de una suculenta suma de dinero, pero los secretos que este descubrirá conforme avance en su trabajo pondrán seriamente en peligro su vida. 


El escritor y el fantasma: realismo y abstracción en el cine de Polanski

Desde sus primeras imágenes, que muestran el descenso a tierra de varios coches por la rampa de un barco, una vez llega este a su destino, y cuyo desplazamiento no hace sino destacar con más fuerza el inmovilismo de uno de los vehículos transportados, carente de conductor, “El escritor” provoca una sensación de extrañeza y peligro, factores a los que no resulta ajena una puesta en escena sencilla pero que busca una cierta abstracción visual. El plano que sigue a esta secuencia, en el que el cuerpo sin vida de un hombre es mecido por las olas, incrementa la inquietud en el espectador. La atmósfera inicial de “El escritor” capta la atención del espectador y permanece adherida a las imágenes del film de Polanski hasta su contundente conclusión, aunque ello no sea óbice para que el director polaco dote a “El escritor” de una encomiable sobriedad narrativa y una (aparentemente) sencilla planificación.

Ese muerto inicial es uno de los fantasmas que pueblan la película, pero como muy bien indica la ficha técnica de la película en imdb, en la que el personaje interpretado por McGregor aparece definido como “the ghost”, no es el único: el muerto y su sucesor son ambos escritores en la sombra, es decir anónimos, que escriben libros para otros en los que su nombre no aparece destacado, pero el primero también ejercerá una influencia espectral sobre todo el desarrollo del relato, y McGregor deberá intentar no acabar como aquel.
Otro claro fantasma que recorre el relato es el de la “verdad”, pues alguien está intentando difamar al exprimer ministro Adam Lang, y el escritor deberá descubrir que grado de realidad y/o mentira anida en el interior del personaje y el poder político que le rodea.

Recuerdo haber leído, mucho tiempo atrás, unas declaraciones de Polanski en las que este afirmaba tener preferencia por filmar mayormente a los personajes de sus películas con la cámara situada a la altura de la vista o ligeramente por debajo de ésta. Aunque no puedo afirmar contundentemente que esta tendencia se mantenga en todas y  cada una de sus películas, sí que parece dominar mayormente la planificación de “El escritor”, su última obra. La abstracción y frialdad que provocan la iluminación de interiores y exteriores (estos últimos, tan fríos visualmente como la mayor parte de interiores que muestra la película, y en los que el protagonista se siente tan aislado como en aquellos), o el extrañamiento que provoca la presencia visual en algunos encuadres de exteriores contemplados desde el interior de estancias o habitaciones, no parecen estar reñidos con esa búsqueda de realismo dramático afín a Polanski: esa fricción entra abstracción y realidad ha permitido al realizador obtener excelentes resultados artísticos a lo largo de su filmografía, aunque desde mi punto de vista, con especial intensidad en el período, compuesto por diez películas, que va de “El cuchillo en el agua, 1962” a “Tess, 1979”, de las que sólo excluiría en importancia la prescindible y poco conocida “¿Qué?”, probablemente la peor película de toda la filmografía de Polanski.

Que el realizador tenga un sistema definido a la hora de planificar sus películas no impide que cuando un momento dramático determinado exija un cambio en las formas Polanski emplee otras soluciones visuales a tono con lo narrado: Polanski empleará un contrapicado cerca del final de “El escritor”, desvelando con él la verdadera identidad de un personaje que juega la baza de la ambigüedad a lo largo del metraje.



Temas y influencias en el cine de Polanski

En “El escritor” aparecen concentrados la mayor parte de elementos narrativos importantes que han impulsado al cine de Polanski desde los inicios de su carrera: la arquitectura narrativa de su última película parece una yuxtaposición de las de “El quimérico inquilino” (progresiva suplantación, por parte del protagonista, de la identidad de un personaje que se ha intentado suicidar o, en el caso concreto de “El escritor”, ha sido asesinado; estructura circular – o en espiral – del relato) y “La novena puerta” (relato detectivesco; y descubrimiento constante por parte del protagonista de secretos que a su vez abren la puerta a otros secretos); personaje protagonista siendo zarandeado caprichosamente por los designios marcados por sospechosas agrupaciones de vecinos (“La semilla del diablo”, “El quimérico inquilino”), o de secuestradores (“Frenético”), o incluso de sectas satánicas (“La novena puerta”); la progresiva sensación, por parte del espectador, de que el protagonista puede estar siendo víctima de una, deformada por su mente, visión de la realidad, lo que le incita a ver conspiraciones de todo tipo a su alrededor, y a caer en un progresivo aislamiento emocional (“Repulsión”, “El quimérico inquilino”, “La semilla del diablo”, “La novena puerta”, “Frenético”, “Lunas de hiel”, “La muerte y la doncella”): todos ellos elementos que se deben, sobre todo, a dos poderosas influencias que recaen sobre la visión artística de Polanski: por un lado, la ejercida por la propia realidad del cineasta, que ha visto desde muy joven como su existencia era zarandeada de múltiples maneras (perdida de la madre en un campo de concentración nazi y encierro también del padre en uno de estos campos; asesinato de su embarazada mujer, Sharon Tate, a manos de una secta satánica liderada por Charles Manson; una sobradamente conocida por todos acusación de abuso sexual a una adolescente, causa de su exilio permanente en Europa; reciente reclusión forzada a petición de las autoridades norteamericanas en su casa de Suiza, en la que ha finalizado el montaje de “El escritor”); la otra influencia clara que determina la presencia de determinados elementos narrativos en la obra de Polanski es debida a la alargada sombra que proyecta sobre la obra del polaco el cine de Hitchcock, cuyas películas no sólo estaban impregnadas de personajes y situaciones como los descritos líneas arriba, sino que en muchas ocasiones ponían en marcha todo su mecanismo narrativo gracias a un elemento (ideado por el británico) llamado “McGuffin”, del que el mago del suspense dijo: “en historias de rufianes siempre es un collar y en historias de espías siempre son los documentos”; en el caso de “El escritor”, el McGuffin son las memorias de Adam Lang, objeto en manos del protagonista que motiva el incansable acecho a su persona por parte de los “villanos” de la historia.

En las últimas décadas, artistas de lo más diverso han asimilado la materia prima hitchcockiana y la han empleado continuamente en su propia obra, logrando en ocasiones obras excelentes: en cine, Eric Rohmer, David Lynch, Brian De Palma, el propio Polanski, o de forma más esporádica (En la ciudad de Sylvia) José Luis Guerín; James Graham Ballard o José María Latorre en literatura.



Los peligros de viajar

No he leído la novela original de Robert Harris que adapta “El escritor”, pero no tengo la menor duda de que, independientemente de su calidad como obra literaria, Polanski lleva a su propio terreno el material de partida y su previa lectura no resulta imprescindible para valorar los resultados artísticos de la película.

El ritmo narrativo lento, incluso moroso, que conduce a la película en todo momento, no impide que “El escritor” pueda ser considerada, a su manera, una película trepidante: la sensación de intranquilidad y peligro alrededor del protagonista es constante, y hace acto de presencia incluso en las situaciones aparentemente más intrascendentes que contempla el escritor (ej: el plano que muestra en la playa a un Adam Lang manteniendo una rabiosa conversación por teléfono y siendo contemplado con atención por el escritor desde el interior de una habitación de la casa del exmandatario). La turbulenta y excelente banda sonora compuesta por Alexandre Desplat permite que la incomodidad persista incluso en muchas escenas de transición (ej: trayectos del protagonista en bicicleta o en coche), o refuerza los momentos de mayor tensión dramática (acecho de dos desconocidos al protagonista en el interior de un barco). Esa parsimonia narrativa aludida líneas arriba también permite a Polanski una mayor introspección psicológica del protagonista y lo personajes que le rodean, y resulta beneficiosa para que la sensación de claustrofobia que provocan algunos interiores (otro elemento muy querido por Polanski) se haga más palpable (y pesada) para el espectador.

Pero si hay un elemento que pueda ser considerado auténticamente “polanskiano”, ese es, sin duda alguna, el humor. Un humor muy típico del este de Europa (uno puede acercarse a él a través de las novelas de Kafka, o viendo determinadas películas de directores como Milos Forman, Jiri Menzel o Oldrich Lipsky), frecuentemente irónico y absurdo y, en ocasiones, incluso negro, negrísimo, que hace acto de presencia en muchas películas del realizador, y que recorre de principio a fin el desarrollo de “El escritor”. Basta analizar la relación que establece el protagonista con diversos medios de transporte: al decidirse a inspeccionar los alrededores de la casa de Lang, el escritor pide un mapa de la isla a un sirviente oriental de la casa de aquel; el hombre le hace unas indicaciones y el escritor opta por emplear una bicicleta para desplazarse. El mal tiempo acecha y el oriental le recomienda encarecidamente el uso del “coche para invitados” (que no es otro que el que se muestra en la secuencia inicial de la película, es decir, el que empleó el antecesor de McGregor antes de ser asesinado) para tal quehacer, pero tercamente, el “invitado”, intentando esquivar su condición de sucesor del hombre asesinado, insiste en coger la bicicleta, ante lo cual el criado le presta amablemente sus guantes y un gorro. Debidamente preparado, McGregor empieza a pedalear, pero nada más salir del aparcamiento la bicicleta ve frenado su avance al quedarse trabada por la gruesa arena de playa, ante lo cual el escritor esboza una estúpida sonrisa y realiza un esfuerzo físico suplementario hasta superar el poco adecuado tramo inicial del camino: el detalle devendrá una anticipación de lo accidentado que resultará el recorrido de McGregor: efectivamente, al poco tiempo una intensa lluvia caerá sobre el desprotegido y inexperto escritor/detective.

Para el segundo trayecto por la isla, el escritor se decide definitivamente por el coche, el cual deberá embarcar en dirección al lugar en el que se encontrará con el misterioso Paul Emmett (Tom Wilkinson). El empleado que le vende los billetes para el barco le preguntará: -“¿Ida?, ¿o ida y vuelta?, siendo entendidas sus palabras por el escritor como una alusión a un posible no regreso del destino al que se dirige. La nerviosa respuesta del escritor no se hace esperar: “Mejor ida y vuelta, ¿no?”                

Tras una serie de conversaciones y averiguaciones, el escritor decide tomar el barco de regreso a Martha´s Vineyards, pero en el interior del mismo estará a punto de devenir nueva víctima mortal (al igual que su predecesor) de dos desconocidos que andan tras las memorias de Lang: la aparente seguridad de optar por el coche que le recomendaba el criado japonés de Lang ha estado a punto de, irónicamente, devenir fatídica para el personaje.

Un poco más avanzado el metraje, el escritor es invitado a viajar en el lujoso avión de Lang, ante lo que expresa sus sensaciones: -“es la primera vez que subo a un avión como este”, recibiendo de boca de Amelia Bly (Kim Cattrall), una de las asistentes del exmandatario, una respuesta terriblemente ambigua: -“esperemos que no sea la última”.


Lenguaje visual para narrar las aventuras de un escritor

En el apartado formal, hay ideas visuales que destacan con indudable fuerza en la película por contraste con la labor de contención formal y sobriedad narrativa que emplea Polanski en casi todo momento:

-El plano que muestra, de espaldas a cámara y en primer término de la imagen, a un personaje descendiendo de un avión, mientras desenfocado, en el margen superior del encuadre, y al fondo de la imagen, contemplamos a un tipo subido a una azotea, que prepara rápidamente un rifle para acto seguido disparar a la cabeza del recién llegado.

-Hacia el final de la película también destaca el empleo de un movimiento de cámara que sigue misteriosamente la transferencia, mano a mano, de un nota que los invitados a un evento (una reunión que recuerda en algunos momentos a las que acontecían en “La semilla del diablo”) pasan de uno a otro hasta hacerlo llegar al destinatario final; destinatario que, como he indicado en las primeras líneas de este escrito, Polanski filmará al leer el contenido de la nota con un acentuado contrapicado.

-O, ya por último, el plano final de la película, que expresa mediante un brillante fuera de campo un determinado acontecimiento, y que dota al relato de circularidad narrativa, además de prolongar esa sensación de relato abstracto, misterioso, que Polanski ponía en marcha al inicio de “El escritor”, con el hallazgo del coche sin conductor. Ese McGuffin que aparece en pantalla y se dispersa por la calle hasta desaparecer hubiera fascinado al propio Hitchcock.
A Polanski, como demuestran “Repulsión”, “El quimérico inquilino”, “Tess” o “El baile de los vampiros”, siempre le han gustado los finales impactantes, aunque perfectamente coherentes con lo narrado.

El excelente empleo del formato panorámico 2:35, especialmente en lo que respecta a la distribución de los actores en el encuadre (ej: el excelente movimiento de cámara que acompaña a el escritor y a Ruth Lang -Olivia Williams- mientras conversan y caminan por la playa, siendo seguidos por un miembro del cuerpo de seguridad de Lang, que permanece constantemente en plano, detrás de los personajes y situado visualmente entre ambos), o para destacar la relación que estos mantienen con los espacios en los que se hallan; o la excelente dirección de actores, que logra que ninguno de ellos desentone del conjunto en ningún momento, resultando siempre elecciones adecuadas para encarnar a sus respectivos personajes, ponen la guinda a la nueva y notable película de Polanski.

2 comentarios:

  1. ¿Qué tal, Oscar?

    Acabo de verla en un cine y me ha gustado bastante. De acuerdo en todo lo que dices: la constante influencia hitchcockiana; la uniformidad de la fotografía -resaltando un mundo grisaceo hipercontrolado y casi mecánico; la utilización del decorado y de recurrentes motivos visuales para lograr "atmósfera", como los enormes ventanales de la casa de Lang, la lluvia, el mar...; la dirección de actores -que a veces deben cargar con personajes tipo demasiado previsibles o demasiado previsiblemente cambiantes, como pasa con las dos protagonistas.

    Quizás todo esto haga que, salvo las dos escenas finales que describes, la nota a Ruth Lang y el "accidente" del ghost writer, me guste más la primera parte de la película que la segunda. Que Polanski recurra a hacer panorámicas sobre el google me pone realmente triste, pues asesina de repente toda su presunta patina hitchcockiana, al plasmar de manera tan mecánica y facilona los nudos de una trama que importa menos que las relaciones de los personajes, de los que yo hubiera deseado saber más.

    Pero al lado de la vacuidad y lo trillado de, por ejemplo, SHUTTER ISLAND, la película de Polanski, a pesar de sus limitaciones, brilla por lo que destacas: talento, sobriedad e imaginación.

    Mario Vitale

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  2. Hola Mario Vitale,

    me alegro de que te haya gustado este Polanski. Creo que el guión de la película no es perfecto, como tu dices, y que el realizador, pese a todo, lleva el material a su propio terreno y lo potencia notablemente. Es evidente que un segundo visionado del film puede destacar más algunos aciertos o poner en evidencia algunos defectos del mismo, pero aún así me parece un trabajo bastante equilibrado y consistente. Teniendo en cuenta la poca calidad que presentan una gran mayoría de los estrenos actuales, no es una película que haya que pasar por alto.
    Respecto al film de Scorsese, a mi me parece una película interesante, y no dudo, habiendo visto recientemente "Taxi Driver", que el film de Scorsese es una prolongación de aquel y de los posteriores films del italoamericano. Desde luego, los estilos de ambos directores son prácticamente opuestos, y de Scorsese no puede decirse precisamente que sea sobrio, más bien todo lo contrario. Dos formas distintas de ver el cine y la vida.

    Saludos

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