Título Original: Edge of darkness
Año: 2010
Nacionalidad: EE.UU.
Duración: 117 min.
Director: Martin Campbell
Guión: William Monahan y Andrew Bovell, según la serie original para television de Troy Kennedy-Martin.
Actores: Mel Gibson, Ray Winstone, Danny Huston, Bojana Novakovic, Shawn Roberts, David Aaron Baker.
Sinopsis: Thomas Craven, experimentado agente de la policía de Boston, se reencuentra, trás una larga separación, con su hija Emma. Una vez juntos, Emma da muestras de no encontrarse demasiado bien, vomitando continuamente, y Thomas decide llevarla rápidamente a un hospital, pero al abrir la puerta de casa para salir y, justo cuando Emma está a punto de desvelar a su padre algo respecto a la vida que lleva, un tipo en el exterior grita ¡Craven! y dispara desde un coche, matando a la chica. Craven, decidido a vengarse, inicia por su cuenta una serie de averiguaciones respecto a su hija y la gente con la que esta se relacionaba, destapando con ello turbios asuntos que conciernen al gobierno norteamericano.
Leo lo siguiente, pocas horas después del visionado de “Al límite”, en un viejo artículo de Jean-Luc Godard publicado en Cahiers Du Cinema (Nº 92, febrero de 1959): “ De un artista siempre podemos esperar que trate de superarse a si mismo; de un artesano, nunca. Por que un artesano es sólo un funcionario del arte”, y llego a la conclusión (por asociación directa) de que tales palabras encajan a la perfección con la labor desempeñada por Martín Campbell al frente del nuevo vehículo fílmico para el lucimiento del astro Mel Gibson. Por que, ¿de qué otra manera, si no de estrictamente funcionarial, puede catalogarse la labor de Campbell al frente de películas como “Escape de Absolom” (No escape, 1994), “Goldeneye” (ídem, 1995), “La máscara del zorro” (The mask of Zorro, 1998), “Límite vertical” (Vertical limit, 2000), “Casino Royale” (ídem, 2006) y, ahora, “Al límite”?
En los últimos años, si ha surgido un cineasta cercano inicialmente al perfil de artesano cinematográfico que, pese a todo, ha dado varios pasos adelante en intenciones, pretensiones y resultados de sus películas, para erigirse en artista, ese podría ser Christopher Nolan: “Memento” contrarresta lo arriesgado de su guión con una puesta en escena fundamentalmente funcional, correcta, pero no especialmente brillante. Nolan prefiere la claridad expositiva a la brillantez o inventiva visual. Poco a poco, con películas como “Insomnio” y “El prestigio”, Nolan ha ido conquistando una interesante posición en la industria: sin perder cierta cualidad artesanal en su forma de afrontar la planificación y montaje de sus films, el realizador ha sido capaz de ofrecer sus propias y personales historias e ir mejorando en la elaboración visual de las mismas. No tener esa ambición puede resultar encomiable, pero desde cualquier punto de vista absolutamente contradictorio para alguien que practique una labor artística como, en principio, debería ser el cine. Nolan consigue hermanar con inteligencia arte e industria, pero, en general, en Hollywood existen un buen número de directores que sólo se dedican a lo segundo. Es el caso de Martin Campbell.
Un material como el que presenta “Al límite”, mil veces visto en la gran pantalla (y no menos veces en la pequeña pantalla), necesita de alguien más loco que Campbell para lograr unos resultados como mínimo interesantes, pero claro, Campbell es un artesano, un funcionario de la imagen: su última película logra, casi, lo imposible: que un thriller que debiera ser tenso, ni tan solo tenga una mínima pretensión visual atmosférica: la fotografía de Phil Meheux, director de fotografía de películas como “Beverly Hills Chihuahua” o la última versión de “La vuelta al mundo en 80 días”, además de 4 de las 5 películas de Campbell citadas líneas arriba, se revela un trabajo desprovisto de interés: es, indudablemente, el trabajo de un profesional, la fotografía mantiene una cierta homogeneidad visual a lo largo de todo el metraje, pero se revela incapaz de resultar sugerente o dramática cuando la película lo pide a gritos . Nos hallamos lejos de lo que, en este aspecto, ofrecen películas recientes como “La noche es nuestra” o “La otra cara del crimen”, ambas de James Gray, o “Antes que el diablo sepa que has muerto”, de Sydney Lumet. A diferencia de estos realizadores, Campbell no es un estilista de la imagen, y aunque le pese al realizador, el thriller es un género necesitado de cierto grado de estilización visual.
La planificación de Campbell aparece completamente hermanada con la labor de fotografía, resultando también sosa, desapasionada: una vez más una labor de planificación funcional pero al mismo tiempo plana, casi exclusivamente narrativa, para una trama argumental delirante, que necesitaba de un creador cinematográfico también delirante (¿quizás, en la actualidad, alguien como Brian de Palma?)
Como imagen que quizás valga la pena recordar, mencionaré el plano detalle que muestra la sangre de Emma Craven, hija de Thomas Craven (Mel Gibson), desapareciendo mezclada con agua por el desagüe de una pica, ante la mirada atónita, y súbitamente consciente de las connotaciones que tiene esa visión para su vida, de Thomas, que se acaba de limpiar las manos de esa misma sangre, ya que su hija ha sido brutalmente asesinada de un disparo cuando se encontraba junto a él en el portal de su casa. El plano expresa sin medias tintas el “horror vacui” (miedo al vacío) existencial al que se va a ver arrojado Thomas. El plano inicial de “Al límite”, que muestra la inicialmente apacible superficie de las aguas de un lago bañado por la luz de la luna…a la que no tardan en emerger varios cadáveres, también logra ser sugerente y atmosférico, aunque tal efecto no tarde en verse diluido en el posterior (y desprovisto de misterio) desarrollo de la película. El plano inicial de “Al límite” es únicamente un espejismo.
Año: 2010
Nacionalidad: EE.UU.
Duración: 117 min.
Director: Martin Campbell
Guión: William Monahan y Andrew Bovell, según la serie original para television de Troy Kennedy-Martin.
Actores: Mel Gibson, Ray Winstone, Danny Huston, Bojana Novakovic, Shawn Roberts, David Aaron Baker.
Sinopsis: Thomas Craven, experimentado agente de la policía de Boston, se reencuentra, trás una larga separación, con su hija Emma. Una vez juntos, Emma da muestras de no encontrarse demasiado bien, vomitando continuamente, y Thomas decide llevarla rápidamente a un hospital, pero al abrir la puerta de casa para salir y, justo cuando Emma está a punto de desvelar a su padre algo respecto a la vida que lleva, un tipo en el exterior grita ¡Craven! y dispara desde un coche, matando a la chica. Craven, decidido a vengarse, inicia por su cuenta una serie de averiguaciones respecto a su hija y la gente con la que esta se relacionaba, destapando con ello turbios asuntos que conciernen al gobierno norteamericano.
Leo lo siguiente, pocas horas después del visionado de “Al límite”, en un viejo artículo de Jean-Luc Godard publicado en Cahiers Du Cinema (Nº 92, febrero de 1959): “ De un artista siempre podemos esperar que trate de superarse a si mismo; de un artesano, nunca. Por que un artesano es sólo un funcionario del arte”, y llego a la conclusión (por asociación directa) de que tales palabras encajan a la perfección con la labor desempeñada por Martín Campbell al frente del nuevo vehículo fílmico para el lucimiento del astro Mel Gibson. Por que, ¿de qué otra manera, si no de estrictamente funcionarial, puede catalogarse la labor de Campbell al frente de películas como “Escape de Absolom” (No escape, 1994), “Goldeneye” (ídem, 1995), “La máscara del zorro” (The mask of Zorro, 1998), “Límite vertical” (Vertical limit, 2000), “Casino Royale” (ídem, 2006) y, ahora, “Al límite”?
En los últimos años, si ha surgido un cineasta cercano inicialmente al perfil de artesano cinematográfico que, pese a todo, ha dado varios pasos adelante en intenciones, pretensiones y resultados de sus películas, para erigirse en artista, ese podría ser Christopher Nolan: “Memento” contrarresta lo arriesgado de su guión con una puesta en escena fundamentalmente funcional, correcta, pero no especialmente brillante. Nolan prefiere la claridad expositiva a la brillantez o inventiva visual. Poco a poco, con películas como “Insomnio” y “El prestigio”, Nolan ha ido conquistando una interesante posición en la industria: sin perder cierta cualidad artesanal en su forma de afrontar la planificación y montaje de sus films, el realizador ha sido capaz de ofrecer sus propias y personales historias e ir mejorando en la elaboración visual de las mismas. No tener esa ambición puede resultar encomiable, pero desde cualquier punto de vista absolutamente contradictorio para alguien que practique una labor artística como, en principio, debería ser el cine. Nolan consigue hermanar con inteligencia arte e industria, pero, en general, en Hollywood existen un buen número de directores que sólo se dedican a lo segundo. Es el caso de Martin Campbell.
Un material como el que presenta “Al límite”, mil veces visto en la gran pantalla (y no menos veces en la pequeña pantalla), necesita de alguien más loco que Campbell para lograr unos resultados como mínimo interesantes, pero claro, Campbell es un artesano, un funcionario de la imagen: su última película logra, casi, lo imposible: que un thriller que debiera ser tenso, ni tan solo tenga una mínima pretensión visual atmosférica: la fotografía de Phil Meheux, director de fotografía de películas como “Beverly Hills Chihuahua” o la última versión de “La vuelta al mundo en 80 días”, además de 4 de las 5 películas de Campbell citadas líneas arriba, se revela un trabajo desprovisto de interés: es, indudablemente, el trabajo de un profesional, la fotografía mantiene una cierta homogeneidad visual a lo largo de todo el metraje, pero se revela incapaz de resultar sugerente o dramática cuando la película lo pide a gritos . Nos hallamos lejos de lo que, en este aspecto, ofrecen películas recientes como “La noche es nuestra” o “La otra cara del crimen”, ambas de James Gray, o “Antes que el diablo sepa que has muerto”, de Sydney Lumet. A diferencia de estos realizadores, Campbell no es un estilista de la imagen, y aunque le pese al realizador, el thriller es un género necesitado de cierto grado de estilización visual.
La planificación de Campbell aparece completamente hermanada con la labor de fotografía, resultando también sosa, desapasionada: una vez más una labor de planificación funcional pero al mismo tiempo plana, casi exclusivamente narrativa, para una trama argumental delirante, que necesitaba de un creador cinematográfico también delirante (¿quizás, en la actualidad, alguien como Brian de Palma?)
Como imagen que quizás valga la pena recordar, mencionaré el plano detalle que muestra la sangre de Emma Craven, hija de Thomas Craven (Mel Gibson), desapareciendo mezclada con agua por el desagüe de una pica, ante la mirada atónita, y súbitamente consciente de las connotaciones que tiene esa visión para su vida, de Thomas, que se acaba de limpiar las manos de esa misma sangre, ya que su hija ha sido brutalmente asesinada de un disparo cuando se encontraba junto a él en el portal de su casa. El plano expresa sin medias tintas el “horror vacui” (miedo al vacío) existencial al que se va a ver arrojado Thomas. El plano inicial de “Al límite”, que muestra la inicialmente apacible superficie de las aguas de un lago bañado por la luz de la luna…a la que no tardan en emerger varios cadáveres, también logra ser sugerente y atmosférico, aunque tal efecto no tarde en verse diluido en el posterior (y desprovisto de misterio) desarrollo de la película. El plano inicial de “Al límite” es únicamente un espejismo.
Si, por un lado, en el apartado interpretativo, Mel Gibson sigue recurriendo a una mezcla de calculada sobriedad facial que cede el paso continuamente a sus todavía más calculadas miradas perdidas o de perro apaleado (a las que ha recurrido continuamente a lo largo de su carrera, una vez “superada” su primeriza etapa de actor más espontáneo, especialmente en sus películas australianas), por otro lado nos encontramos con el interesante actor inglés Ray Winstone, el único del elenco capaz de hacer simpático al espectador a un personaje directamente imposible e increíble, de nombre Jedburgh, pero divertido, gracias a la labor de Winstone, de puro delirante que resulta desde su misma concepción. Por su parte, Danny Huston sigue caricaturizando a sus característicos y acostumbrados personajes de malo maloso (recordemos la labor del actor, en una línea similar, en “Wolverine” o en “30 días de oscuridad”).
ATENCIÓN, LOS SIGUIENTES PÁRRAFOS DESVELAN ALGUNOS ACONTECIMIENTOS IMPORTANTES DE LA TRAMA, Y SE RECOMIENDA EVITAR SU LECTURA A QUIEN TODAVÍA NO HAYA VISTO LA PELÍCULA.
Realmente increíbles, para finalizar, las dos secuencias que dan final a la película: en primer lugar, la reunión de unos tipos muy malos que se ríen exageradamente del estado médico de Craven, gravemente herido en un tiroteo una secuencia antes, y se frotan las manos antes la posibilidad que les brinda Jedburgh de eliminar todas las pistas que posibiliten a la policía y a los medios de comunicación una forma fácil de esclarecer la alambicada y compleja red de relaciones empresariales, estatales y humanas que forman parte de la conspiración que Thomas (y antes su hija) ha intentado desenmascarar públicamente. La secuencia recuerda, por méritos propios, y por su conclusión, a otra no menos estúpida que tenía lugar al final de “Shooter”, dirigida por Antoine Fuqua hace algunos años. Habrá quien defenderá secuencias como las mencionadas alegando que algo de ironía parecen contener en su confección pero ello no las hace especialmente divertidas y sí, en cambio, extraordinariamente tópicas.
Todavía peor resulta la “poética” forma que tiene Campbell de sugerir la muerte, en la cama de un hospital, de Craven: Craven y su hija, de nuevo juntos, aparentan salir felices de la habitación que ocupaba el malherido hombre, y se dirigen a la salida del edificio. Todo, claro está, con una fotografía que sugiere que todo es una ensoñación final de Thomas en el momento de dejar el mundo de los vivos.
El titulo original de “Edge of darkness”, (también titulo de una película bélica de 1943 dirigida por Lewis Milestone, todo un clásico del cine norteamericano) le viene muy ancho a esta película, que ni inquieta ni genera tensión ni crispación en el espectador, pero el titulo en castellano, “Al limite” la acerca peligrosamente a no pocas producciones mediocres para cine y televisión, quizá su verdadero status.
De todos modos, y contradiciendo a Godard (a quien no conviene tomar al pie de la letra), no pocos “artesanos” de los años 30, 40 y 50 hubieran logrado con su buen hacer que un material similar hubiera sido considerado arte.
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