lunes, 22 de marzo de 2010

LOS HOMBRES QUE MIRABAN FIJAMENTE A LAS CABRAS (THE MEN WHO STARE AT GOATS, 2009, GRANT HESLOV)

Título Original: The men who stare at goats
Año: 2009
Nacionalidad: EE.UU.
Duración: 94 min.
Director: Grant Heslov
Guión: Peter Straughan, según el libro de Jon Ronson
Actores: Ewan McGregor, George Clooney, Jeff Bridges, Kevin Spacey, Stephen Lang, Robert Patrick.

Sinopsis: Bob Wilton, joven reportero enviado a Irak, conoce a Lyn Cassady, un tipo que dice haber sido entrenado por el ejército para emplear su propia mente como arma. El desarrollador del programa para el entrenamiento de “soldados psiquícos” es un tal Bill Django, un soldado hippie y pacifista que quiere cambiar el modo en que se libran las guerras. Bob, con la finalidad de lograr una buena historia, ayudará a Lyn a encontrar al misteriosamente desaparecido Bill.


Desde sus primeras secuencias, conducidas por una irónica voz en off que pertenece a Bob Wilton, el tipo que viaja a Irak con la finalidad de conseguir una buena historia que publicar en el periódico para el que trabaja, “Los hombres que miraban fijamente a las cabras” pisa el territorio de la comedia o, más concretamente en este caso, el de la parodia bélica.
Consciente de que el gag cómico en el cine debería asentar parte de su efectividad en la pura construcción de las imágenes y la labor de montaje, Grant Heslov parece dirigir sus esfuerzos, en determinados momentos del film, en esa loable dirección:

1) Un plano medio muestra frontalmente a un soldado realizando un considerable esfuerzo físico. A continuación, otro plano muestra de espaldas al mismo soldado, pero un movimiento descendente de grúa recorre su cuerpo hasta mostrarlo de cintura para abajo: el tipo está desnudo y una cuerda que sujeta un gran peso pende entre sus piernas.
Un grupo de soldados contempla la demostración de “poderío físico”.
Un nuevo plano muestra a dos de esos soldados observando la situación y, en primer término de la imagen, desenfocada y separando visualmente a ambos hombres, la cuerda que sujeta el peso; uno de ellos levanta la mano y pregunta acerca de la utilidad práctica (aplicada al ámbito militar) de levantar un peso con el escroto.
El gag, construido de forma primordialmente visual, hubiera podido hacer gracia a alguien como Jerry Lewis.

2) Bill Django (Jeff Bridges) arenga marcialmente a un grupo de soldados. Grant Heslov, director de la película, filma planos de Bill escupiendo sus palabras y contraplanos de los soldados, debidamente serios ante la situación. Repentinamente, una gran sonrisa toma forma en el rostro de Bill, que a continuación dice: “solo les estaba tomando el pelo con esta mierda”; Heslov muestra, en un plano general, parte de la sala en la que se encuentran los hombres: una de las paredes está completamente pintada con un graffiti entre místico y hippie, y entonces Bill les dice: “Bien, ¿qué vamos a hacer ahora? , y choca sus palmas: ¡vamos a bailar!. Heslov pasa a la secuencia siguiente, los soldados se han dejado llevar y están bailando absurdamente.
La efectividad del momento reposa tanto en la actitud que muestra Bill Django como, sobre todo, en la ocultación inicial de parte del escenario en el que se hallan los personajes; la aparición del graffiti hippie en un ámbito marcial actúa como contrapunto humorístico.

3) Larry Hooper (Kevin Spacey), Lyn Cassady (George Clooney) y un tercer soldado ven puestos a prueba sus teóricos poderes mentales: Bill Django les pide que adivinen el contenido de una fotografía oculta en un cajón de un gran armario metálico. La respuesta del primer hombre pasa desapercibida; por su parte, Larry aparenta establecer un contacto similar a los de las sesiones de espiritismo, su voz se transforma, pone los ojos en blanco, y da una respuesta; por último, Lyn, con gran sobriedad y un sorprendentemente breve período de concentración, dice: “un hombre sentado”. Bill Django abre el cajón, coge la fotografía, observa el contenido de la misma, y felicita a Lyn, el mejor hombre de su batallón de “soldados psíquicos”: efectivamente, la fotografía muestra a un hombre sentado, pero este es nada menos que ¡Abraham Lincoln”!, en la clásica escultura que se encuentra en el Capitolio de EE.UU.

4) Bob Wilton y Lyn Cassady se encuentran en pleno desierto. Lyn parece realizar unos extraños preparativos con una especie de cono negro, ante la atenta y un tanto perpleja mirada de Bob. Bob, finalmente, se decide a preguntar a Lyn acerca de la utilidad del aparato: “El cono ¿dirige tus poderes psíquicos o algo así?”. La respuesta de Lyn no puede ser más paralizante: “Es para cocinar la cena. Es solar. Hay que utilizar los poderes del Universo. Esta es la tecnología del  Ejército de la Nueva Tierra”. En la secuencia siguiente Lyn se dispone a cocinar…pero ya es de noche.
El gag cómico se erige en torno a un objeto anómalo, la confusión inicial de Bob respecto a su función y la inesperada respuesta de Lyn, y también en el paso del día a la noche, que anula la funcionalidad práctica del objeto.


Los 4 gags mencionados se caracterizan por tener una decente construcción visual (en los dos primeros, resulta especialmente importante la inicial ocultación de parte de un decorado o del cuerpo de un personaje, para posteriormente lograr el efecto cómico al mostrarlo), o dialogal (breves frases, dichas de forma completamente seria en un contexto bastante absurdo); los actores, por su parte, también aparecen bastante entonados. Por desgracia, los gags aceptablemente divertidos (asumiendo que el humor, pese a quien pese, necesita de la colaboración del espectador o, dicho de otro modo, el film necesita sintonizar con el subjetivo sentido del humor de cada espectador: tarea harto difícil) no se suceden con la deseada continuidad, y el film cae repetidamente en el chiste fácil o poco elaborado, y lo que es peor, Grant Heslov prefiere recurrir a un humor generalmente de “buen rollo”, que a un humor que, aún buscando la risa del espectador, también resulte crítico y venenoso con respecto al estamento militar objeto de sus dardos. De ser así, estaríamos hablando de una comedia con sustancia.

Uno puede pensar, sin ir más lejos, en dos películas tan conocidas y diferentes como “Sopa de ganso”  (Duck Soup, 1933) , de Leo McCarey, o “¿Teléfono rojo? Volamos hacia Moscú” (Dr. Strangelove or: How I Learned to Stop Worrying and Love the Bomb, 1964), de Stanley Kubrick : dos películas cortantes como el filo de un hacha, que no dejan títere con cabeza respecto al poder militar y las personas que abusan del mismo. En su visión surrealista de la guerra de Irak el film ni tan solo alcanza los resultados de una película interesante como “Tres reyes” (Three kings, 1999), y parece excesivamente pendiente de confeccionar gags agradables, divertidos, pero desprovistos de mordiente; gags, en definitiva, que permitan hablar complacientemente de “Los hombres que miraban fijamente a las cabras” como de un film “entretenido” y “recomendable”, por que, al fin y al cabo, tampoco pretende dar excesivos quebraderos de cabeza al espectador. Kubrick, en el film citado líneas arriba, se tomaba muy en serio la labor de confeccionar una comedia que hiciera reír a costa de la Guerra Fría que enfrentó a Estados Unidos con Rusia, poniendo en serio peligro la seguridad de millones de personas, pero la dislocada sonrisa que provocaba aquel film en el espectador tenía un sabor amargo y frío. En fin, que, con la cortina de humo que supone vender el film como una comedia divertida pero (falsamente) crítica, los productores del invento pueden estar contentos por que el producto dará dinero con seguridad. Por lo menos (bueno o malo) un film como “Tropic Thunder” no engañaba a nadie, erigiéndose en una disparatada parodia, no del estamento militar norteamericano, sino del subgénero de películas bélicas que transcurren en Vietnam.


Otro problema añadido a lo ya dicho es que Heslov, en muchos momentos, no consigue un tempo adecuado para crear un gag visual y, en otros, los chistes, simplemente no tienen gracia o carecen de sustancia; ej: el penoso fragmento de la contaminación con Lsd de la comida y el agua de los soldados en un campamento militar: la situación está construida sin gracia, y Heslov se dedica a mostrar rutinariamente a diversos soldados haciendo simples tonterías, con lo que el chiste se revela fácil y poco ingenioso, y defrauda las expectativas del espectador, que previamente se las ha formado al conocer (aunque sea de oídas) los lisérgicos efectos de la famosa droga.

Del reparto destacaría especialmente la labor de Ewan McGregor y de Kevin Spacey. El primero logra que su personaje resulte harto ingenuo sin necesidad de cargar las tintas en sus expresiones o reacciones faciales (véanse, sin ir más lejos, la primera y última secuencia del film: en la primera, el personaje interpretado por Stephen Lang -el villano de “Avatar”- se dispone a lanzarse directo contra un pared, y el actor sobreactúa exageradamente buscando conseguir con ello un efecto cómico; en la última secuencia, el personaje interpretado por McGregor toma el relevo de aquel personaje, y se dispone a repetir la misma acción: la modulación cómica del actor escocés resulta más contenida y efectiva). Por su parte, Spacey logra hacer reír partiendo de una absoluta seriedad en la caracterización de su personaje y prácticamente queda aislado en su trabajo respecto al resto de personajes importantes del film: tanto Clooney como Bridges hacen un verdadero alarde de histrionismo, y más allá de lo simpáticos o antipáticos que caigan a cada espectador, los actores parecen dirigirse a sí mismos sin intermediación del supuesto orquestador de la función, Grant Heslov.

De todos modos, no todo resulta un desastre en la película de Heslov, como demuestran los gags enumerados al inicio de esta crítica. Existen otros momentos genuinamente humorísticos. Veamos: En una de las primeras secuencias del film, Bob Wilton se encuentra sentado en la terraza de un hotel, un camarero pasa junto a él y Wilton le pide a este que le recomiende una frase que pueda serle útil en una ciudad como Iraq. El camarero le sugiere aprenderse la frase: “No disparen. Soy un periodista”.
Mucho más avanzado el metraje, Wilton y Lyn Cassady son apresados por unos guerrilleros en pleno desierto. Cuando estos se disponen a entregar a los secuestrados a unos terroristas, Wilton se pone nervioso y suelta la dichosa frase, provocando con ello que una lluvia de disparos caigan sobre él y Cassady.

El famoso gag que muestra a Lyn Cassady aceptando el “desafío” de parar el corazón de una cabra con el poder de su mente también está bien resuelto visualmente: un plano cerrado muestra el rostro de la cabra mascando chulescamente y observando “fríamente” (o eso parece deducir el personaje) a Cassady. El encuadre incluye, desenfocado, parte del escorzo de Cassady. El contraplano de Cassady, en escala general, muestra al soldado concentrándose para parar el corazón del animal. Un tercer plano, esta vez más abierto, vuelve a mostrar al animal, que repentinamente cae desplomado al suelo. Cassady ha logrado su objetivo y Heslov también, al construir con solo tres planos un gag visual efectivo en los que la elección de la escala se revela una opción narrativa pero también expresiva. El acontecimiento provoca un trauma en Cassady, que, recordémoslo, ha sido entrenado para ganar guerras pacíficamente. Wilton definirá ese trauma como “el silencio de las cabras”, en alusión al famoso film de terror dirigido por Jonathan Demme.



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