lunes, 1 de marzo de 2010

MAFIOSO (ÍDEM, 1962, ALBERTO LATTUADA)

Título Original: Mafioso
Año: 1962
Nacionalidad: Italia
Duración: 105 Min.
Director: Alberto Lattuada
Guión: Rafael Azcona, Marco Ferreri, Agenore Incrocci y Furio Scarpelli, según una historia de Bruno Caruso
Actores: Alberto Sordi, Norma Bengell, Gabriella Conti, Ugo Attanasio, Cinzia Bruno, Katiuscia

Sinopsis: Antonio Badalamenti trabaja como supervisor de una línea de producción de una importante marca de automóviles. Tras 5 años de sacrificada labor en su trabajo, Antonio recibe con ilusión un período de dos semanas de vacaciones, que desea emplear en un viaje, junto a su mujer y dos hijas pequeñas, al pueblo siciliano en el que vive su familia. Antonio plantea a su desconfiada esposa un viaje idílico, pero la pareja no tardará en darse cuenta de que las cosas en el pueblo son muy distintas a lo esperado.



En los dos últimos años se han estrenado algunos títulos policíacos interesantes, caso de “Antes que el Diablo sepa que has muerto”, (Before Devil knows you are dead, 2007, Sydney Lumet), o de la notable “La Noche es Nuestra” (We Own The Night, 2007, James Gray); mucho menos interesante resulta “Cuestión de Honor” (Pride and Glory, 2008, Gavin O´Connor). Al margen del género al que pertenecen, la tríada de títulos mencionados refleja un mundo familiar asfixiante, que delimita unos márgenes de acción muy definidos para sus integrantes; es decir, la “familia” constriñe la libertad de los individuos.

Casi 50 años antes, Alberto Lattuada acometió, con extraordinarios resultados, una película que, en la actualidad, no suscita demasiada cobertura en ninguna revista de cine, pero que merece mucha atención, y que retrata, con inusitada crudeza, un ambiente muy similar, pero quizá más auténtico, menos estereotipado (sin que el término tenga una connotación peyorativa), que el mostrado en las tres películas norteamericanas.

Tras una breve secuencia inicial que muestra al protagonista, Antonio Badalamenti (Alberto Sordi), desempeñando el rol social (o caracterización) que se ve obligado a desempeñar a diario como encargado de una línea de producción de automóviles, que le ha llevado a postergar 5 años (¡¡¡!!!) unas simples (y humanas) vacaciones, y que incluso le induce a comportarse de manera inhumana con sus operarios; ej.: después de observar, cronómetro en mano, a un operario llevando a cabo su trabajo, repetitivo y pesado, con estudiada velocidad, Antonio espeta al hombre que no está haciendo bien las cosas, y le dice: “Uno, uno, uno...y un segundo para ti”, en referencia al tiempo máximo que debe emplear para cada paso de su labor, como si de un ciclo temporal y productivo absolutamente inalterable y inhumano se tratara.



Lattuada presenta brevemente a la mujer e hijas de Antonio en las secuencias inmediatamente posteriores, y acto seguido la familia ya viaja en barco hacia Sicilia. Lo irónico del caso es que Sicilia puede ser contemplada desde el puerto desde el que parte el barco, es decir, en cierto modo es un lugar al alcance de la mano, pero esa distancia, aumentada por la interposición del mar entre ambos espacios, es tanto física como simbólica: el espectador no tardará en darse cuenta, paralelamente a Antonio y su mujer, que la gente de Sicilia vive, se comporta y se rige por normas muy distintas a las que imperan en la ciudad. El contraste entre espacios se ofrece de manera transparente, al igual que en un clásico mayor como “Amanecer”, (Sunrise, 1927, Friedrich Wilhelm Murnau): una rígida oposición entre espacios antagónicos: la ciudad y el pueblo.

Durante la estancia en el pueblo, Antonio parece pretender disfrazar en todo momento cualquier pequeño detalle que resulte sospechoso a ojos de su mujer; ej: nada más llegar al pueblo, un par de acontecimientos generan cierto receloso malestar en la pareja: por un lado, el coche que conduce Antonio debe pararse en una calle y dejar pasar a una vaca que se resiste a avanzar; por otro, esa parada en el camino propicia que los integrantes de la familia contemplen un rito tradicional del lugar: un entierro celebrado en una casa, con el muerto tumbado sobre una mesa y la familia y conocidos llorándole, mientras la entrada principal del hogar permanece abierta a las miradas ajenas; Antonio intentar quitar leña al asunto, con la finalidad de tranquilizar a su mujer, preguntándole a uno de los familiares la causa del fallecimiento del muerto, recibiendo por respuesta unas palabras entonadas con pasmosa naturalidad: dos disparos: parece ser que en ese lugar morir por arma de fuego es algo habitual...



Un poco después de reencontrarse con su familia, y presentar a su mujer (y al mismo tiempo al espectador) a sus singulares integrantes (padre pequeño, desdentado y arrugado por el continuo sometimiento al abrasador Sol del lugar; hermana no sólo fea, sino además más bigotuda que cualquier hombre; una madre que parece no diferenciarse en exceso de sus propias hermanas, las tías de Antonio, lo que lleva a este a besar, en primer lugar, y por error, a una de ellas en lugar de a su madre) Antonio se dirige a visitar a Don Vincenzo (Ugo Attanasio), un respetado hombre del pueblo al que debe entregar un paquete en nombre de uno de los máximos dirigentes de su empresa, que casualmente tiene contactos con la gente del lugar que ha ido a visitar Antonio.

Precisamente, Don Vincenzo ejercerá de intermediario en un problema familiar que atañe a Antonio y a su padre, que observan atónitos como el precio de unas tierras que quieren comprar, pactado anteriormente, es cuadruplicado caprichosamente por el propietario original por que ha dado la casualidad de que ha llovido copiosamente durante unos minutos, siendo absolutamente inusual este fenómeno climático en un paraje fundamentalmente yermo y seco.
Si hasta el momento la película ha ofrecido un tono narrativo entre costumbrista y cómico, la citada mediación, sin buscarlo Antonio, de Don Vincenzo, conllevará aparejadas para aquel unas obligaciones en compensación por la contribución del hombre a la recuperación del precio inicial de las tierras, que se intuye lograda bajo amenazas vertidas contra el caprichoso vendedor de las mismas.



Esta obligación es el germen de todo un fragmento absolutamente delirante, que inclina progresivamente el tono del film hacia el drama, para definitivamente alcanzar la tragedia. Don Vincenzo y sus hombres idearán toda una serie de mentiras con la finalidad de que Antonio les devuelva el favor prestado. Con el engaño de asistir invitado a una jornada de caza, las maquinaciones de Don Vincenzo llevarán a Antonio a una pérdida casi completa de identidad, al ser obligado a vivir una experiencia en la que se verá confundido por los disfraces que deberá llevar, los extraños personajes que se encontrará, palabras ambiguas que parecen jugar con los sobreentendidos, un viaje que empieza en camión, continua con un vuelo transoceánico, y finaliza en un trayecto en coche por las calles de Nueva York, y...la acción final que deberá llevar a cabo Antonio, que saldará la deuda contraída con Don Vincenzo, pero que zarandeará por completo su, hasta el momento, acomodada (y previsible) existencia.

En todo este bloque de la película Lattuada se muestra en completa sintonía con el material que tiene entre manos, cuidando los detalles y ambientes con sumo cuidado, y logrando con su labor que, en cierto modo, la película tenga algo de documental acerca de la vida y las gentes de un pueblo siciliano: el despertar de Antonio a la pesadilla (al madrugar para asistir a la falsa cacería) será oficiado por su propio padre, que entrará en la habitación dónde duermen Antonio y su mujer, y despertará a su hijo, sin moverse del marco de la puerta de entrada a la estancia, dándole unos golpecitos en la cabeza con un enorme palo que portará para tal fin (sic).

Acto seguido, Antonio emprende un desconcertante paseo nocturno, tras una harto sospechosa despedida entre padre e hijo (el anciano se despide de Antonio con gran emoción), buscando a los demás integrantes de la cacería por las calles del pueblo, mientras el absoluto vacío de las mismas aumenta progresivamente su inquietud, que alcanza un punto álgido con la repentina aparición de ¡un gato negro! en un callejón, visión que mueve a Antonio a dar marcha atrás para evitar cruzarse con el animal, para inmediatamente toparse con el sujeto (es decir, su mala suerte) encargado de “reconducirlo” en su camino: el encuadre inicial de la secuencia muestra a Antonio avanzando hacia cámara por una calle, el sujeto que viene a buscarlo le indica que le siga y se lo lleva en la dirección opuesta, alejándose ahora de cámara, por una calle paralela a la que Antonio transitaba: el desvío del protagonista es tanto argumental como visual.



Lattuada muestra maneras propias de los grandes clásicos del cine americano al solucionar algunos instantes mediante brillantes elipsis; ej: Antonio debe viajar dentro de una caja en el interior de un avión, pero el viaje encuentra su expresión visual mediante un plano, filmado con la cámara situada en el interior de la caja, que muestra los listones de madera que la limitan, y los espacios entre los mismos a través de los que se entrevé la presencia o ausencia de luz en el exterior, a lo que se une el uso del sonido con intención de sugerir los cambio de espacios que tienen lugar en el exterior. Un momento que directores como Lubitsch, Sternberg, Lang, o al margen del cine norteamericano, un director tan depurado narrativamente como el francés Robert Bresson, hubieran suscrito con gusto.

“Mafioso” es, probablemente, unos de los grandes films italianos de los años 60, junto a títulos como “La Escapada” (Il Sorpasso, 1962, Dino Risi), “Fantasmas de Roma” (Fantasmi a Roma, 1961, Antonio Pietrangeli), “La Armada Brancaleone” (L´Armata Brancaleone, 1966, Mario Monicelli), “Salvatore Giuliano, 1962,” y “Mani sulla città, 1963”, ambas de Francesco Rosi, y algunos de los grandes films de Visconti, Fellini, Pasolini y Antonioni. Y además cuenta con el aliciente de ver a un extraordinario Alberto Sordi en un papel que exige del actor una cierta facilidad para el cambio de registro interpretativo.

2 comentarios:

  1. Saludos,

    quizás sería bueno destacar que entre los guionistas está Rafael Azcona y que, si se piensa bien, MAFIOSO es prima hermana de EL VERDUGO, donde ambos protagonistas son peleles inconscientes de ser una pieza ejecutora -y ejecutada- de una organización poderosa, la mafia y la sociedad franquista, donde la familia, la sociedad, el trabajo actúan de ramificaciones implacables y conductoras. Vista hoy, es increíble lo que esta humilde película tiene que ver con exitazos como EL PADRINO o GOMORRA.

    Sordi, genial.

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  2. Totalmente de acuerdo con la influencia que la presencia de Azcona en el guión tiene en este film. Y también de acuerdo con la prolongación que suponen "El Padrino" o "Gomorra" de lo planteado en el film de Lattuada. Lo único a lamentar es que esta película de 1962 sea tan poco conocida en la actualidad, y lo tiene difícil para que cambie, teniendo en cuenta como funciona la programación televisiva en este país.

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