lunes, 1 de marzo de 2010

LA FRONTIÈRE DE L´AUBE (2008, PHILIPPE GARREL)

Titulo Original: La frontière de l´aube
Año: 2008
Nacionalidad: Francia
Duración: 106 min.
Director: Philippe Garrel
Guión: Marc Cholodenko y Arlette Langmann
Actores: Louis Garrel, Laura Smet, Clémentine Poidatz, Olivier Massart, Jérôme Robart, Emmanuel Broche.

Sinopsis: François, un fotógrafo profesional, acude al piso en el que debe realizar un reportaje a una actriz llamada Carole. La chica, que está casada con un hombre que trabaja en Estados Unidos y al que no ve prácticamente nunca, atrae la atención amorosa del receptivo François. Conforme avanza la relación entre ambos, Carole empieza a mostrar aspectos turbadores de su personalidad, como una cierta tendencia a pensar en (o intentar) suicidarse, probablemente relacionadas con el miedo de la chica a la soledad. La chica acaba ingresada en una institución psiquiátrica, y al poco tiempo muere. Un año después, François ha reiniciado su vida amorosa con otra chica, la frágil Ève. La chica queda embarazada del chico y la pareja planea, con el consentimiento de la familia de ella, una boda. François empezará a contemplar aparentes reapariciones de la muerta Carole, en las que la rediviva le llama a reunirse con ella.



Para los que no crean en la existencia de milagros en el contexto de la distribución cinematográfica actual, el estreno en el cine Maldá Arts Forum, en dos únicos pases, de la última película de Philippe Garrel, “La Frontiere de L´aube”, el día 9 de diciembre de 2008, el acontecimiento debe ser un verdadero incentivo para cambiar su fe, aunque en realidad sólo se trata de una excepción que confirma la regla. Lo paradójico del asunto es que la película ha logrado un estreno comercial en Barcelona días antes del varias veces postergado de la película “My Blueberry Nights”, de Wong Kar-Wai, director que tiene un público más o menos fiel, pero en todo caso mayor que el que pueda lograr un film del (desconocido) Garrel: los dos pases registraron una buena afluencia de público, incluida la presencia en el segundo de ellos del director catalán José Luís Guerín.

El nuevo film de Garrel, fiel a sus constantes temáticas y formales, está de nuevo más cercano a la poesía que a la narrativa, o dicho de otro modo, el film adquiere todo su valor artístico al depender de una sencilla línea argumental que, gracias a la puesta en escena del director francés, alza el vuelo constantemente en busca de algo más etéreo y inasible, también más trascendente: las emociones y sentimientos, el relato interiorizado, son las verdaderas razones de ser de la película (y toda la obra) de Garrel.



Aunque el film puede evocar ciertos aspectos de la obra de Proust (cuyo fantasma influye a no pocos directores franceses actuales o pasados) relativos a lo tortuoso de las relaciones humanas, sobre todo las de tipo amoroso, lo cierto es que la angustiosa historia de amor entre François (Louis Garrel) y Carole (Laura Smet), los posteriores remordimientos de François, tras la muerte de la chica, a la que en cierto modo abandona, y las reapariciones (¿mentales? ¿fantasmales?) de ese amor, ahora muerto, recuerdan, y no poco, a algunos cuentos de Edgar Allan Poe: especialmente a aquellos erigidos en torno a una figura femenina, cuyo fantasma atormentaba al correspondiente protagonista masculino, pero también a otros, como por ejemplo “El Corazón Delator”. También hay algo en la película del romanticismo alemán más fantasmagórico.

La película se apoya, de nuevo, en Louis Garrel, hijo del director, actor que está muy lejos de ser verdaderamente destacable, aunque su padre acierte a dirigirle con una sobriedad y contención, en ocasiones, Bressoniana. La prestación interpretativa del actor no difiere mucho, por ejemplo, de la suya misma en “Les Amants Reguliers”, también dirigida por su padre.

La película tiene una fuerte estilización visual, que la aleja irremisiblemente del cine “realista”. La fotografía de William Lubtchansky, muy cercana a otros trabajos suyos a las ordenes de Garrel, como la mencionada “Les Amants Reguliers” o “La Naissance de L´Amour”, ofrece una imagen en un blanco y negro muy contrastado. El negro adquiere bastante a menudo la cualidad de una pura mancha oscura, y en algunos momentos concretos se ilumina el rostro de los actores con luces directas y bastante agresivas.
Garrel muestra una clara adscripción al cine mudo de los primitivos, influencia tan sólida y evidente como la indudable asimilación por parte del director de los códigos narrativos Bressonianos, que aplica con gran acierto en algunas secuencias de “La Frontiere de L´Aube”.



Uno de los elementos propios del cine primitivo más evidentes en el film de Garrel es el uso de los iris que se cierran sobre los personajes en algunos momentos muy puntuales; uno de los más brillantes tiene lugar durante el terrible bloque narrativo que describe el internamiento en un psiquiátrico de Carole, cuyo punto culminante acontece durante una sesión de electroshocks: agresivos momentos que Garrel elude mostrar explícitamente al cerrar varios iris sobre la chica cuando las descargas tienen lugar.
Es difícil describir con palabras algunas ideas visuales de Garrel, ya que su cine sensitivo tiende a las imágenes, aparentemente sencillas, y el director se apoya sutilmente, sin alzar la voz, en el uso de la luz, la posición de los actores en el encuadre o en la forma de hablar de sus personajes.

Cuando Carole, sola en su piso, se emborracha, la intensidad del momento reposa, aparte de en la excelente y deprimente interpretación de Laura Smet, en la fotografía de Lubtchansky, que ilumina el rostro de la actriz con un verdadero fogonazo de luz, lo que hace más agresiva al espectador la situación.

En ocasiones, Garrel emplea ideas muy asimiladas por el cine más clásico; ej: cuando François y Carole, durmiendo en el piso de la segunda, advierten que la persona que está llamando a las 4 de la madrugada no puede ser otro que el marido, largamente ausente, de la chica, Garrel recurre a un plano con dos términos diferenciados en la imagen: en primer término del encuadre está François, que desnudo y con su ropa en los brazos está pendiente de que el marido entre en el piso para desaparecer por el pasillo paralelo al que transitará el personaje; en segundo término de la imagen se encuentran Carole y su marido. La disposición del espacio en el encuadre conlleva implícitamente cierto suspense, además de lograr transmitir el malestar de François al espectador: el punto de vista de la cámara no es subjetivo, pero se sitúa al lado del personaje.



El empleo de diferentes términos de imagen en un mismo encuadre es utilizado también por Garrel en los momentos en los que surge cierta incomodidad entre François y las dos chicas que centran, en uno u otro momento de la película, su atención: Carole y Ève (Clémentine Poidatz). Planos en los que habitualmente François está en primer término del encuadre, y las chicas, planteándole sus dudas o titubeos, en segundo término: momentos que marcan un distanciamiento en esas relaciones afectivas.

La película tiene una peculiar y inquietante estructura circular: si en la primer secuencia el protagonista, de profesión fotógrafo, avanza por una calle buscando el número del edificio dónde vive su cliente, Carole, una bella actriz a la que tiene que hacer un reportaje fotográfico (es curioso el detalle, aparentemente azaroso pero simbólico, de que el personaje tope ligeramente con un pivote de la calle, como si su vida estuviera a punto de sufrir un cambio), en la penúltima secuencia del film también vemos al personaje avanzar por la calle, en una composición visual muy similar a la anterior, pero en este caso en un completo estado de embriaguez: su definitiva caída al infierno, como muy bien plasma la positivamente elusiva y Bressoniana, gracias al sólido uso del fuera de campo, secuencia final, en la que parece manifestarse la acción del diablo, probablemente.

Este tipo de planificación, gracias a la cual los acontecimientos más terribles quedan sugeridos, es la que empuja al film hacia el nihilismo más oscuro, impidiendo que surja en el espectador el deseo subconsciente de impedir que ciertos terribles acontecimientos tengan lugar. La fatalidad va ligada, en esta película, al fuera de campo.

Las experiencias autodestructivas de Garrel quedan reflejadas en el film, como en otras ocasiones anteriores en la obra del director francés, a través de la espiral obsesiva y nihilista en la que caen primero Carole, arrastrando posteriormente con ella (y una vez la chica ya está muerta) a François. En esa encrucijada de caminos entre el drama, el horror cotidiano (el internamiento de Carole en un psiquiátrico), el psicoanálisis y el relato de fantasmas, se encuentra cómodo Garrel, que de paso exorciza sus propios demonios personales relativos a episodios de su vida muy dramáticos y penosos.

Cuando el relato de fantasmas y el psicoanálisis cruzan sus caminos, “La Frontiere de L´Aube” logra sus imágenes más turbadoras: el momento que muestra la primera reaparición de la rediviva Carole, mientras François y Éve duermen juntos en la casa de campo de los padres de la chica, que parece la primera evocación mental del propio protagonista, mientras duerme, de ese amor finalizado trágicamente. Garrel compone un encuadre, desde el interior de la casa, que muestra en una mitad del mismo, a oscuras, a la pareja durmiendo en la cama; la otra mitad del encuadre muestra una ventana abierta, por la que entra abundante luz del exterior, y a la fantasmal Carole observando a los dormidos. Garrel no teme a algunas soluciones visuales sencillas, y que de hecho revelan obviamente su trucaje a poco que uno observe atentamente las imágenes; ej.: las apariciones de Carole frente a François, sustituyendo la chica con su presencia visual el propio reflejo del chico en un espejo, y impeliendo a este a reunirse con ella en el más allá: momentos resueltos con sencillos efectos de luz y un objeto que actúa como cristal o espejo en relación a la ausencia/presencia de luz, y que debido a este factor refleja la imagen que tiene frente a él (actúa como espejo) o muestra lo que hay detrás (actúa como simple cristal).
En definitiva, “La Frontiere de L´Aube” es una de las películas más interesantes de 2008, y los fans de Garrel pueden estar satisfechos de su (muy limitado) estreno en salas.

2 comentarios:

  1. Hola Oscar,

    la vi hace más de un año, pero lo que más me impresionó, aparte de las recurrentes figuras de estilo de Garrel, fue su fatalismo, que tú acertadamente invocas al hablar de impresionismo, pues a mí me recuerda a Murnau, el de NOSFERATU y TABÚ. ¿Cuántos efectos visuales pueden superar al gran Lubtchansky y su empleo sobrenatural de los espejos?

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  2. Hola Mario,

    creo que es indudable esa afinidad del cine de Garrel a las formas visuales de cineastas como Murnau o otros grandes del cine mudo. Él mismo ha reconocido su aprecio por estas obras en alguna que otra ocasión. Muy buena la última pregunta que planteas: Lubtchansky es grande, y ha aportado no poco a películas de cineastas tan arriesgados como Godard, Straub y Huillet, Garrel, Rivette, Lanzmann, Iosseliani, etc.

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