martes, 31 de agosto de 2010

HUNGER (2010, STEVE MCQUEEN)

Título Original: Hunger
Año: 2008
Nacionalidad: Reino Unido/Irlanda
Duración: 96 min
Director: Steve McQueen
Guión: Steve McQueen y Enda Walsh
Actores: Michael Fassbender, Stuart Graham, Brian Milligan, Liam McMahon, Rory Mullen, Karen Hassan


Sinopsis: Bobby Sands, miembro del IRA provisional, permanece encerrado en la prisión de Maze. Cuando el gobierno británico decide retirar el Estatus de Categoría Especial (que los equipara a prisioneros de guerra) a los miembros encarcelados de organizaciones paramilitares nacionalistas irlandesas, Bobby, con la finalidad de recuperar los privilegios perdidos, decide encabezar una huelga de hambre, que llevará hasta sus últimas consecuencias y que secundaran otros miembros del IRA encerrados en la misma prisión.



LA VEHEMENCIA DE LOS SENTIMIENTOS

El único film dirigido hasta la fecha por el realizador Steve McQueen tiene como tema principal la determinación humana. Concepto harto atractivo y fascinante que McQueen desarrolla tomando como punto de partida los últimos días de vida de Bobby Sands, quien fue miembro del IRA provisional (Ejército Republicano Irlandés provisional), y que falleció durante las huelgas de hambre que tuvieron lugar en la prisión de Maze durante 1981. Me parece importante advertir de que "Hunger" es un film insólito y poco (o más bien nada) convencional, áspero y contundente, visceral y brutal, por mucho que trate un tema tan manido en cine como es el terrorismo irlandés. Podría dedicarme a enumerar decenas de estos films, pero como creo que son bien conocidos a nivel general, aunque sólo sea por los premios que habitualmente acaparan, me parece más apropiado hacer mención de otro recomendable film, algo más reciente que el de McQueen, que también se adentra en el mismo territorio espinoso con cierta imaginación y ironía: me refiero a  Cinco minutos de gloria (Five Minutes of Heaven, 2009, Olivier Hirschbiegel), film que comenté en este mismo blog algunos meses atrás, y que también sabe distanciarse de la mayor parte de tópicos narrativos y visuales acostumbrados en estos films.


McQueen divide su film en tres bloques bastante compactos y consistentes. El primero de ellos, de aproximadamente 45 minutos de duración, presenta, también mediante bloques bastante independientes, a los tres personajes más importantes de "Hunger": Raymond Lohan (Stuart Graham), un funcionario de prisiones;  Davey Gillen (Brian Milligan), un miembro del IRA recién encarcelado y que compartirá celda con Gerry Campbell (Liam McMahon); y el verdadero protagonista de la función: Bobby Sands (Michael Fassbender), otro miembro del IRA que encabezará en el interior de la prisión una huelga de hambre que tiene la finalidad de recuperar el perdido estatus político del que gozan los miembros de la banda terrorista encarcelados en las prisiones británicas. El bloque central del film consiste en una única y larga secuencia, de unos 22 minutos duración, en la que Bobby Sands mantiene una confrontación dialéctica con un cura, Donald (Rory Mullen), en torno a lo acertadas o erróneas que resultan sus decisiones respecto a la huelga de hambre que está decidido a encabezar, y las repercusiones que esta puede acarrear. El tercer bloque del film describe el tortuoso camino (la huelga de hambre y los efectos que tiene esta, progresivamente, sobre su estado físico) que debe seguir Bobby por no renunciar a sus aspiraciones y a su fe inquebrantable en una causa (por muy discutible que esta pueda ser).


La narrativa visual que adopta McQueen para contar estos acontecimientos recuerda en ciertos aspectos, y salvando las distancias, a la que Robert Bresson desarrolló prácticamente a lo largo de toda su filmografía, en películas tan magistrales e insólitas como "Un condenado a muerte se ha escapado" (Un condamné à mort s´est échappé, 1956), "El diablo probablemente" (Le diable probablement, 1977) o "El dinero" (L´argent, 1983). Apuntan en esa dirección la calculada sobriedad e inexpresividad en las interpretaciones de los actores (que en todo caso no alcanzan la categoría de autómatas que tanto anhelaba Bresson, pues en algún momento también ríen o se enfurecen ante la cámara, algo que el realizador francés difícilmente hubiera permitido), o la descripción ritualizada y minuciosa de determinados actos cotidianos, prescindiendo por completo de cualquier tipo de diálogos que no sean los estrictamente necesarios (por ejemplo, los diez primeros minutos del film, que se centran exclusivamente en describir los actos y situaciones cotidianas que se dan a diario en la vida de Raymond Lohan, un funcionario de prisiones: la forma que tiene este de sumergir en agua sus nudillos ensangrentados para aliviar el dolor; la silenciosa manera de comer en su casa, ajeno a cualquier posible conversación con su mujer; la metódica manera de vestirse para ir a trabajar; el gesto ya asumido como normal de echar un vistazo a los bajos de su coche antes de utilizarlo, pues como funcionario de prisiones puede devenir víctima de un atentado de los terroristas del IRA; su parsimoniosa y ensimismada forma de fumarse un cigarrillo en uno de los patios de la prisión; etc, aunque McQueen, hábilmente, no descarte otorgar cierta dignidad humana al personaje, como demuestra el plano en el que Raymond cuenta un chiste delante de otros compañeros de trabajo).
McQueen revela en "Hunger" unas pretensiones artísticas que se distancian ampliamente de las del grueso del cine mundial y actual, y a su filiación bressoniana y a un excelente empleo del formato panorámico 2:35, habría que añadir aspectos tan interesantes como la renuncia del realizador a emplear música incidental (conocida popularmente como banda sonora) para subrayar el dramatismo o la tensión de las secuencias, o la capacidad que demuestra McQueen para trabajar de forma independiente y lógica el ritmo de cada secuencia: a instantes dominados por un montaje rápido y impactante (por ejemplo, la intervención de los grupos antidisturbios en el interior de la prisión) no tardan en seguirle secuencias dominadas por una completa austeridad formal: la mencionada secuencia, de algo más de 20 minutos de duración y que ocupa la parte central del film, en la que Bobby Sands mantiene una confrontación dialéctica con el cura, es visualizada casi íntegramente mediante un solo plano general que muestra lateralmente a ambos personajes, sentados a una mesa el uno frente al otro, mientras su conversación discurre, plácidamente pese a las turbias implicaciones que tiene esta, manifestando de forma tajante el inmovilismo ideológico de ambos personajes. El constante humo de los cigarros que fuman tanto Bobby como el cura ejerce de elemento visual que expresa el inevitable paso del tiempo y, por lo tanto, el inicio inminente de la anunciada huelga de hambre, y la imagen del cenicero lleno de restos de ceniza mostrado al final de la secuencia también puede ser entendida como una funesta metáfora de la falta de entendimiento entre personas con diferentes ideologías y del fracaso al que están condenadas las negociaciones políticas que podrían impedir la huelga de hambre de Bobby y otros presos compañeros suyos.


Los personajes de "Hunger" parece condenados a ejercer continuamente la violencia los unos contra los otros, presas de un círculo vicioso, el de las ideologías opuestas, tan irracional como, en el fondo, de difícil solución. McQueen sortea con gran habilidad la planificación más institucionalizada y expresa con imágenes realmente atractivas la violencia (tanto física como psicológica) soportada por los personajes del film. En este sentido, uno de los instantes más fascinantes del film es aquel que muestra a un operario, con el cuerpo enfundado en un traje sellado, limpiando con una pistola de agua a gran presión la pared llena de heces de una celda de la prisión: el momento, casi de ciencia-ficción, resulta todavía más chocante por cuanto el operario, asombrado ante la tarea que tiene por delante, se quita el protector que cubre su cabeza para poder contemplar mejor lo que parece, literalmente, un mandala de heces. La llegada de Davey Gillen a la prisión también da pie a, por lo menos, dos momentos que expresan de forma sutil la violencia implícita y explícita que deben soportar los presos pertenecientes al IRA. El primero de ellos, en el que un funcionario de la prisión hace constar en un formulario la negativa de Gillen a vestir con ropa de cárcel, expresa de forma implícita, a través simplemente de un intercambio de miradas, frías y prácticamente inexpresivas, entre Gillen y los funcionarios que le rodean, la sumisión final del preso a sus carceleros: sin mediar palabra alguna, y tras el intercambio de miradas, Gillen se desviste completamente y luego es trasladado desnudo hasta la celda que compartirá con Gerry Campbell. Entre ambos momentos, el de desvestirse y el de ser trasladado, ha tenido lugar un acto de resistencia por parte de Gillen, pero McQueen, que le escamotea el momento al espectador, deja constancia del mismo con un primer plano dorsal y en ángulo picado de Gillen que deja al descubierto la cabeza ensangrentada del personaje: el ángulo picado empleado en el plano obedece a la necesidad de informar al espectador de la violencia que se ha ejercido contra el preso, y no a un impulso estético de McQueen. Durante una revuelta en la prisión, provocada por las coloridas ropas que a modo de burla el gobierno británico ha decidido entregar a los prisioneros como respuesta a su petición de poder vestir ropas civiles en el interior de la cárcel, es necesaria la intervención de las fuerzas policiales antidisturbios, y McQueen muestra, a través de un joven integrante de las mismas, la ansiedad psicológica antes y durante el acto de contención de los presos. Un primer plano muestra el nerviosismo del personaje mientras el furgón policial en el que viaja se dirige a la prisión de Maze; posteriormente, y tras un impulso violento del mismo joven del cuerpo antidisturbios, que aporrea salvajemente a uno de los presos, McQueen dividirá uno de sus encuadres panorámicos en dos espacios separados por una pared: en la mitad derecha del encuadre, el joven, separado del resto sus compañeros, se deja llevar definitivamente por los nervios, llorando desconsoladamente; en la mitad izquierda, las fuerzas antidisturbios parecen inmersas en un ritual violento y primitivo que tiene como objetivo reducir la revuelta de los presos de Maze: McQueen traza el retrato psicológico de los personajes sin recurrir a las palabras y a los diálogos explicativos, demostrando que las imágenes tienen un poder superior al que presupone el mayormente adocenado cine de la actualidad.


La demostración más contundente del poder de las imágenes de McQueen quizá podamos encontrarla en dos instantes, aparentemente independientes entre sí, pero profundamente relacionados por los encuadres que emplea el realizador para plasmarlos. El primero de ellos es el relativo a la llegada de Davey Gillen a la prisión de Maze, momento que el realizador visualiza exclusivamente desde el interior del furgón policial que transporta al prisionero, negando en todo momento al espectador (y, por lo tanto, al propio Davey), planos que muestren un exterior o espacio abierto cualquiera, aumentando de ese modo la sensación de incomodidad y claustrofobia que acompañara a los personajes desde este instante hasta el final de la película: a la muerte de Bobby Sands, tras varias semanas de huelga de hambre, un par de funcionarios conducen en camilla al difunto hasta una puerta que da al exterior de la prisión, pero McQueen, una vez más, niega cualquier imagen del exterior, empleando un plano general que muestra un pasillo de la prisión y como los dos hombres desaparecen con la camilla por una puerta apenas entrevista al fondo de la imagen. McQueen parece decirnos, al optar por esta decisión formal, que entre la llegada y la salida de los presos a la prisión de Maze solo media la muerte y la ausencia de libertad, y será el propio Bobby Sands quien antes de morir tendrá un último atisbo de esa libertad, al evocar mentalmente durante su agonía un instante de su infancia en el que corría libre por los bosques que rodeaban el lugar donde se crió.


Llegada de Davey Gillen a la prisión de Maze. El prisionero, situado entre los dos guardas, penetra en la prisión, y McQueen niega cualquier atisbo de libertad o exterior, constriñendo el encuadre a los márgenes físicos dados por las puertas de la furgoneta policial en la que ha sido transportado Davey y a las verjas que le reciben a su llegada al centro penitenciario. 




Dos guardas transportan en camilla por un pasillo de la prisión al difunto Bobby Sands, hasta finalmente alcanzar una puerta (segunda imagen, al fondo del encuadre) que da al exterior del recinto. McQueen sigue negando, tras la muerte de Bobby, una imagen del exterior (que sería rápidamente asociada a la libertad), insistiendo en la claustrofobia visual que genera el interior de la prisión.




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