domingo, 30 de mayo de 2010

TWO LOVERS (ÍDEM, 2009, JAMES GRAY)

Título Original: Two Lovers
Año: 2008
Nacionalidad: EE.UU.
Duración: 110 min.
Director: James Gray
Guión: James Gray y Ric Menello
Actores: Joaquim Phoenix, Gwyneth Paltrow, Vinessa Shaw, Moni Moshonov, Isabella Rossellini, John Ortiz

Sinopsis: Leonard Kraditor es un joven de unos 30 años que arrastra una profunda depresión, tras ver como su relación con una chica finalizaba abruptamente. Después de intentar suicidarse, en vano, tirándose al agua desde lo alto de un puente, Leonard se interna en un nuevo período de su vida: por un lado, sus padres empiezan a organizar cenas familiares con los Cohen, un matrimonio que tiene una hija, Sandra, a la que todos pretenden casar con el desorientado Leonard, siendo una de las principales razones para tal enlace la posibilidad que brindaría de aumentar el poder económico de ambas familias; por otro lado, Leonard se enamora perdidamente de Michelle, su nueva y rubia vecina, que también atraviesa por una crisis personal debido a la frustrante relación que mantiene con Ronald Blatt, un hombre casado.


EL NACIMIENTO DEL AMOR

El omnipresente (en la sociedad contemporánea) teléfono móvil juega un papel dramático fundamental (junto al clásico teléfono fijo, cuya presencia es mucho menor) en varias de las secuencias que conforman "Two Lovers". El susodicho aparato, que hace su (previsible) aparición en multitud de películas actuales, quizás nunca hasta esta película había resultado tan relevante, cinematográfícamente hablando. Las titubeantes relaciones amorosas que establece el bipolar Leonard Kraditor (Joaquim Phoenix) con dos mujeres, Michelle (Gwyneth Paltrow) y Sandra (Vinessa Shaw), ven constantemente interrumpidas su discurrir por el siempre inoportuno sonido de un aparato electrónico que ha restado no poca libertad a los seres humanos fruto del mundo contemporáneo. Si, por ejemplo, Leonard mantiene una conversación con su vecina Michelle, situado cada uno junto a una ventana de su respectivo piso, separados por el patio de luces del edificio que (apenas) los une, no tarda mucho en sonar el móvil de Leonard, anunciando la llamada de Sandra. Por otro lado, durante el transcurso de un ritual judío que tiene por protagonista a un niño, y que reúne a la familia de Leonard con la de Sandra, la joven con la que los progenitores de Leonard quieren verle emparejado, de nuevo el sonido del móvil del joven es el encargado de recordar a éste la existencia de Michelle, la otra chica que orbita en torno a él. El aparato en cuestión, de algún modo, se erige en un emisario material (al mismo tiempo que en conciencia) de la naturaleza bipolar que preside la mente del personaje, impidiendo a éste olvidarse en ningún momento de que su conflicto interior necesita ser dirimido.

Una de las virtudes de "Two Lovers", film para el que James Gray ha reconocido honestamente estar influenciado por "Vertigo" (ídem, 1958), una de las obras clave de Alfred Hitchcock, es que el realizador sabe asimilar el conflicto básico que anidaba en aquella obra, protagonizada por un esquizofrénico policía llamado John Ferguson (James Stewart), escindido mentalmente debido a su pasión por una mujer ideal (y rubia) y por una más real (y morena). En "Vértigo", el mencionado conflicto adquiría una dimensión irreal, onírica (del mismo modo que en la también influenciada por el mismo film de Hitchcock, "Carretera perdida" - Lost Highway, 1997 -, dirigida por David Lynch), pero en "Two Lovers", Gray logra tranformarlo en un conflicto más real, palpable, aunque en ambos films el problema resulte decididamente irracional, es decir, muy humano.

Ambos films, el de Gray y el de Hitchock, aparecen recorridos, de principio a fin, por el hálito de una indefinible tristeza emocional (la que arrastran sus protagonistas) colindante en todo momento con la tragedia personal más desesperada (aunque se trate de obras, claro está, radicalmente diferentes), pero lo cierto es que la secuencia de "Two Lovers" en la que Gray logra acercarse más al espíritu del mago del suspense, aunque sea por asociación directa, es aquella en la que Leonard sigue, sin ser visto y a pocos metros de distancia, a Michelle durante un corto tramo de calle, hasta llegar ambos a una estación de trenes, en la cual finalmente la chica reconocerá a su atolondrado vecino.
Otra secuencia, que puede ser asumida por el espectador como otro homenaje al "mago del suspense", es aquella que trae prontamente a la mente el film "La ventana indiscreta" (Rear Window, 1954), y en la que Leonard, desde la ventana de su habitación, llama la atención de Michelle, que en ese momento se encuentra junto a una ventana de su piso, con el flash de su cámara Reflex de fotografía.


La secuencia más estilizada de este film, esencialmente realista y sobrio, aunque también muy sombrío visualmente, es precisamente la que le da inicio: aquella que muestra, en apenas 3-4 planos, el andar alicaído de Leonard (filmado a cámara lenta y con el añadido de una música que provoca en el espectador un verdadero sentimiento de extrañeza hacia la imágenes que contempla), que termina subiéndose a la barandilla de un puente para lanzarse, acto seguido y con la intención de suicidarse, al agua que se encuentra bajo aquel. La única imagen en movimiento que el espectador contemplará de la antigua prometida del protagonista (la anhelada unión de ambos jóvenes se ha visto frustrada por razones que no desvelaré aquí), "emergerá" a la superficie de la mente de Leonard, mientras este se encuentra sumergido en las aguas, tomando una decisión vital trascendental, relativa a si le resulta más conveniente hundirse definitivamente (en la siguiente secuencia, el espectador conocerá, de boca de los padres de Leonard, la predisposición que tiene el personaje a tirarse al agua desde el mismo puente), o salir a flote (por un breve período de tiempo). La otra imagen de su antigua prometida que se verá en el film pertenece a una fotografía de la misma que reposa en un estante de la habitación de Leonard, y que éste pondrá boca abajo tras la prometedora (e inesperada) entrada en su vida de Sandra.

Merece la pena anotar, aunque sea de pasada, la necesidad que tiene Gray de emplear símbolos visuales para dotar de espesor visual a su film: la imagen de la ex-novia de Leonard, "emergiendo" a la mente del personaje, se apoya en el efecto visual (claramente metafórico) de unas luces que impactan, provenientes de la superficie, directamente en el agua situada por encima del cuerpo sumergido de Leonard, provocando una refracción de la luz que parece ilustrar visualmente la momentánea lucidez del personaje, que instantes después decide ascender a la superficie y seguir viviendo.


La aparente sencillez de la puesta en escena de James Gray se ve continuamente enriquecida por detalles que dotan a la propuesta de una inusual, y muy sutil, densidad dramática. A este respecto, me parece interesante citar algunos ejemplos:

- El incomprendido, en el seno familiar, Leonard, encuentra un curioso equivalente infantil en el personaje de David, el hijo más joven de los Cohen, los padres de Sandra. En varios momentos del film se establecen paralelismos en este sentido. En el primero de ellos, el que muestra la primera visita de los Cohen a la casa de los Kraditor, es presentado el pequeño, reaccionando con bastante desencanto al pequeño truco de magia que le dedica especialmente Reuben Kraditor (Moni Moshonov), el padre de Leonard. Un poco más tarde, con los Kraditor y los Cohen sentados alrededor de la mesa familiar de los primeros, James Gray muestra a Leonard y al pequeño de los anfitriones, sentados uno junto al otro, compartiendo el mismo plano; ambos comparten formas de vestir muy similares: camisa a cuadros de colores apagados y algo tristones. Leonard, que parece reconocer en el pequeño a alguien similar a él mismo, le gasta una pequeña broma. Por último, la secuencia, mencionada líneas arriba, en la que Leonard asiste al ritual judío que tiene al pequeño David de protagonista, y que se ve brevemente interrumpida por el inoportuno sonido del móvil del primero, que recibe una llamada de Michelle.

- Tras seguir Leonard a Michelle por la calle, y ser reconocido por ésta en el interior de una estación de trenes, ambos deciden compartir viaje juntos hasta la ciudad. El tren que esperan llega a la estación, y frena lentamente hasta parar en el andén correspondiente, momento que Leonard aprovecha para mostrar una de sus excentricidades (que también puede ser interpretada como la superstición que ha envenenado su carácter tras su anterior, y frustrada, relación amorosa): contar uno a uno los vagones del vehículo, hasta llegar a la puerta del vagón por el que van a entrar: nada menos que el número 13, cifra que es interpretada por Leonard, sin demasiada conmoción, como un símbolo de mal augurio respecto a su creciente amistad con Michelle.
La secuencia, hacia el final del film, que da por concluida la frágil relación emocional que ambos personajes establecen a lo largo del mismo, no deja lugar a dudas: la intuición de Leonard era cierta: el joven espera la aparición de Michelle, con la que espera fugarse, y el retraso de la chica, con respecto al tiempo acordado, provoca las miradas cada vez más nerviosas y perdidas de Leonard. Finalmente, Gray muestra a Michelle atravesando un oscuro (y premonitorio) pasillo del edificio en el que viven ambos personajes, y antes de que la chica hable, el espectador ya ha intuido las palabras que ésta tiene que decirle a Leonard, y que no son otras que finalmente ha decidido irse a vivir con Ronald Blatt (Elias Koteas), el novio que tantos disgustos le ha provocado.


- El constante entrecruzamiento de acciones, objetos, llamadas, etc., que se da en el film, y que expresa bien a las claras la dificultad que tiene Leonard para tomar un decisión definitiva respecto a que chica le conviene más: 1) durante el ritual judío de David (es decir, durante un acontecimiento que acerca a ambas familias, pero sobre todo, a Leonard y a Sandra), Leonard recibe una llamada de Michelle, que acaba de tener un aborto. La conversación telefónica de ambos personajes, y las secuencias siguientes (en el hospital; regresando a casa en un taxi; etc.) son acompañadas visualmente por James Gray con lluvia y una fotografía de tonalidades frías y azuladas, además de una música más bien triste; 2) En la secuencia que transcurre en un restaurante de lujo, en el que Leonard conocerá a Ronald Blatt (Elias Koteas), el amante de Michelle, el primero se enterará por Blatt de que a la chica le entusiasma la ópera, para la que tienen adquiridas unas entradas para esa misma noche; instantes más tarde, Leonard comprará un CD de ópera, evidentemente para invocar (en su ausencia) a Michelle, pero, de forma inesperada, Sandra llegará al piso de los Kraditor, y terminará pasando la noche junto al chico. La música operística, que suena durante la estancia de Sandra en el piso de Leonard, sugiere la persistente obsesión que el joven siente por Michelle, cuya presencia "inmanente" sobrevuela en todo momento las relaciones que Leonard mantiene con Sandra, impidiendo su despegue definitivo; 3) Cercana la conclusión del film, Leonard convence a Michelle, aparentemente, para huir juntos a San Francisco, y decide comprar un anillo de compromiso para la chica. Al salir de la joyería en la que realiza la compra, Leonard acude a visitar, llevado por la obligación familiar, a Michael Cohen, el padre de Sandra, quién quiere valorar la predisposición del joven para asumir seriamente un compromiso matrimonial (fundado en gran parte en la asociación comercial que el enlace facilitaría, y que ambas familias contemplan como decisiva para sus respectivos futuros económicos). Aunque Leonard, llevado por la inercia, responde positivamente a todas las dudas referentes a su (casi pactado) enlace con Sandra, el anillo de bodas que ha comprado para Michelle reposa en una bolsa junto a él, detalle que es observado por Michael, quien pregunta a Leonard por el contenido de la misma, recibiendo por respuesta la frase "es un regalo", que el hombre parece aceptar sin problemas como un "secreto" que tiene a su hija como "evidente" destinataria.


- El uso dramático del espacio resulta evidente en varias escenas  del film; ej: las dos secuencias que tienen lugar en la azotea del edificio en el que viven Leonard y Michelle: 1ª) Michelle pide a Leonard una opinión sincera acerca de Ronald Blatt, y el chico aprovecha para declararle su amor. James Gray interpone unas paredes de ladrillo entre el chico y la chica, de tal manera que en casi ningún momento aparecen juntos en el encuadre, expresando el realizador de esa forma visual la imposibilidad que tiene la pareja de establecer una relación: demasiadas cosas les separan; y 2ª) En la siguiente ocasión que ambos suben a la azotea, las paredes de ladrillo ya no aparecen situadas por delante de los personajes (es decir, no se interponen entre ellos), sino por detrás de los mismos, de tal manera que ambos se hayan cobijados por la estructura que delimitan esas mismas paredes. Aunque aparentemente eso pudiera expresar un acercamiento positivo para ambos personajes (el espacio ya no parece separarlos como antes, y de hecho, al poco ambos harán el amor de forma impulsiva) el uso del sonido en esta secuencia (el viento gélido que se escucha en el lugar; la reverberación del sonido generado por el espacio conformado por las paredes de ladrillo), dota, a la conversación desesperada que Leonard mantiene con Michelle, de un poso de inquietud y tristeza.

- Por otro lado, y también relativo al uso dramático del espacio, James Gray trabaja a fondo el peso que las decisiones de su familia tienen para el futuro de Leonard, y en este sentido resultan especialmente interesantes las secuencias en las que los encuadres se ven "invadidos" por la presencia visual de las fotografías familiares que se encuentran en el pasillo junto al recibidor de entrada al piso de los Kraditor.
La primera de las secuencias tiene lugar inmediatamente después de que Leonard intente consumar su suicidio (sin éxito, al inicio del film). Al llegar a casa, completamente empapado en agua, su madre, Ruth (Isabella Rossellini), le recibe en el pasillo mencionado, estableciendo Gray, con un encuadre en el que detrás de ambos personajes aparecen todas las fotos familiares, cual es la verdadera fuente de conflictos personales para Leonard.
Efectivamente, cuando más adelante, en otra secuencia, Leonard lleve a Michelle a su piso, tras conocerla casualmente en el escalera del edificio en que viven los Kraditor, y al que se acaba de trasladar la chica, la asombrada Ruth Kraditor recibirá a ambos en ese mismo pasillo dominado por el pasado familiar representado por las fotografías. Gray construirá un clásico plano contraplano, pero muy importante por las connotaciones  dramáticas que tiene: en uno de los planos aparecen Leonard y Michelle, en segundo término de la imagen, y en primer término de la misma, las mencionadas estampas familiares; a este le sigue un contraplano de Ruth, que contempla a la pareja a varios metros de distancia, también situada en segundo término de la imagen, y con esas mismas fotografías situadas en primer término del encuadre: la familia, como deja bien clara la construcción de los encuadres mencionados, se interpone en la relación que Leonard pueda querer establecer con Michelle.
Y, por último, cuando Leonard recibe a Sandra, que se presenta de forma inesperada en el piso de los Kraditor, la chica contempla esas mismas fotografía familiares y pregunta a Leonard acerca de ellas, recibiendo a cambio un resumen de las mismas. Sandra, a la que los Kraditor quieren casar con su desorientado hijo, sí que se integra, gracias a la composición del encuadre que lleva a cabo Gray, en el círculo familiar de Leonard. De todos modos, eso resulta completamente natural, pues el espíritu familiar de la chica ha quedado transparentemente definido en un diálogo anterior de la película, cuando reconoce que su película preferida de siempre es "Sonrisas y lágrimas" (The Sound of Music, 1965, Robert Wise), "no por la película en sí, sino por que siempre la veíamos en familia".


El film de James Gray demuestra una admirable madurez emocional, y además capta con evidente naturalidad, respecto a las relaciones hombre-mujer (y "pese" al "clasicismo" de su puesta en escena), el signo de los tiempos que corren. La madurez de la propuesta del realizador no sólo incumbe a la estructura narrativa y a la definición psicológica de los personajes, sino que alcanza a aspectos puramente cinematográficos, como el tempo narrativo, el uso expresivo y atmosférico de la fotografía, los diferentes espacios en los que transcurre la acción de la película, entendidos como la mejor manera de expresar el drama de los personajes (véase, sino, el uso de la azotea del edificio en el que viven Leonard y Michelle; el uso de objetos con una clara finalidad dramática y expresiva; la creación de diálogos, entendida de una manera refinada y elegante (ej: el "sí, la conozco bien", que le espeta Leonard a Sandra, en relación al trabajo que la chica desempeña en una farmacéutica, cuyo nombre el primero conoce bien debido a las píldoras con las que debe medicarse habitualmente para controlar sus problemas psicológicos); o el uso  de la música, incidental o no, con fines expresivos y para definir el estado emocional de los personajes (aparte del mencionado CD de ópera, mencionado en un párrafo anterior, vale la pena mencionar el uso de fragmentos musicales de Henry Mancini, para definir una de las zonas más glamourosas y pijas de la ciudad en la que transcurre la acción del film, o la secuencia de la discoteca, en la que Leonard hace toda una frenética demostración de baile).

Hay muchas más cosas de las que hablar en torno a esta película (puedo asegurarlo después de haberla visto tres veces), minuciosamente elaborada por James Gray. No creo que sea un film perfecto, pero sí verdaderamente notable, y demuestra el sorprendente crecimiento de un realizador cuyo talento artístico ya no es una promesa, sino toda una certeza. James Gray es uno de los directores jóvenes más importantes del cine contemporáneo, y es de celebrar que, tras un retraso en su estreno de nada menos que dos años, el film se haya visto recompensado en España, en las dos semanas que lleva en salas, con un buen rendimiento en la taquilla.


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