martes, 18 de mayo de 2010

ROBIN HOOD (ÍDEM, 2010, RIDLEY SCOTT)

Título Original: Robin Hood
Año: 2010
Nacionalidad: EE.UU./Reino Unido
Duración: 140 min.
Director: Ridley Scott
Guión: Brian Helgeland, según un argumento de Brian Helgeland, Ethan Reiff y Cyrus Voris.
Actores: Russell Crowe, Cate Blanchett, Max Von Sydow, William Hurt, Mark Strong, Oscar Isaac.

Sinopsis: Robin Longstride combate contra los franceses junto al rey Ricardo Corazón de León. Las opiniones de Robin respecto al proceder de su rey provocarán el arresto de aquel, pero la inesperada muerte en combate del soberano provocará una rápida recuperación de su libertad. De regreso a su tierra, Robin, junto a unos fieles compañeros, hará fracasar una emboscada, preparada por un tal Godfrey, que tiene la intención de apoderarse de la corona sin rey, que un emisario a caballo conduce velozmente a manos de la reina, para que su hijo, el príncipe John, se proclame nuevo soberano ante su pueblo. Robin se encontrará entre la espada y la pared: pese a portar él mismo la corona a manos del nuevo rey, sus honestos intentos, para convencer al hijo de Ricardo Corazón de León acerca de la necesidad de gobernar a su pueblo de forma justa y respetuosa, toparán con dos escollos fundamentales: por un lado, la arrogancia y ambición del propio John; y por otro, las brutales acciones bélicas emprendidas por el traidor Godfrey para lograr derrocar al rey John.


Entre la realidad y el mito        

La nueva visión del personaje de Robin Hood, aportada por el realizador británico Ridley Scott, no está exenta de atractivo, pese a los altibajos de interés y a la arritmia narrativa que presiden su extenso metraje. Scott, junto al guionista Brian Helgeland, se ha propuesto ofrecer una mirada más realista del personaje, aunque esa intención (tan interesante, a priori, como cualquier otra) entre en abierta (y es de esperar que deliberada) contradicción con dos secuencias clave del film: la inicial y la final.
La secuencia inicial muestra la incursión, en un pequeño poblado formado por campesinos, de varios y misteriosos personajes enmascarados que tienen la finalidad de robar el grano para la cosecha propiedad de aquellos. Los saqueadores, pese a su anonimato, dejan entrever unas figuras juveniles, cuando no directamente infantiles, y la fotografía de John Mathieson dota a la secuencia de una cualidad lumínica casi mágica, favoreciendo los claros de luz difusa que se abren paso en el bosque por entre la maraña de árboles que lo conforman. Niños y adolescentes, máscaras, y la fascinación de una luz irreal: todo remite, como bien me dijo un amigo al salir de la proyección, a cierta imaginería visual asociada a los personajes de Peter Pan y los Niños Perdidos, fruto ambos de la mente del inmortal J. M. Barrie.
Es en esa oscilación entre la más deliberada realidad, y la no menos deliberada fantasía y fabulación, donde este "Robin Hood" encuentra su mayor atractivo. Aunque durante el metraje domine lo primero, pues la intención de sus creadores es permitir que el espectador asista, privilegiado, a los acontecimientos que provocan que la realidad ceda paso al mito.
En esa misma secuencia aparece ya definido, de forma bastante transparente, el personaje de Marion Loxley (Cate Blanchet), la audaz mujer que devendrá la compañera fiel y valiente de Robin Longstride, y que en este momento se muestra capaz de liderar al resto de campesinos para repeler el robo de los atacantes.

Entre este acontecimiento, y los que dan por concluido el film, median toda una serie de secuencias no siempre igual de afortunadas. Durante la primera media hora de "Robin Hood" se acumulan acontecimientos y personajes de forma más compacta que durante el resto del metraje. Entre ellos se cuentan algún que otro asalto del rey Ricardo Corazón de León (Danny Huston) a sus enemigos franceses, y escaramuzas violentas en el bosque, perpetradas por un traidor al rey llamado Godfrey (Mark Strong), que, tras la muerte en combate del soberano, intenta adueñarse de la corona real, que es transportada por emisarios de vuelta a manos de la familia real, con la intención de que el príncipe John (Oscar Isaac) se la ciña a la frente lo más rápidamente posible. Las escenas de combate no son de lo mejor del film (tampoco creo que en este campo la labor de Scott haya sido nunca demasiado destacable, aunque quizá sean algo menos confusas que las que tenían lugar - ej: el enfrentamiento con los bárbaros al inicio del film - en "Gladiator"), pero la que tiene lugar en el bosque, concisa y muy rápida, está dignamente ejecutada, y Scott permite que la causa (por ejemplo, una flecha) lleve por montaje, en buena lógica narrativa, a un efecto (un contrincante abatido).


Lo mejor de este bloque del film debe hallarse, principalmente, en la correcta definición que de los personajes más importantes se lleva a cabo en el mismo. Aparte de Marion Loxley, el propio Ricardo Corazón de León y su hijo, el príncipe John, y el traidor Godfrey, el espectador conocerá al propio Robin y a tres de sus fieles compañeros de armas. Respecto a Robin, lo inoportunas que resultan sus (honestas) opiniones, acerca del proceder del rey Ricardo, propiciarán su arresto y el de sus compañeros, tras una conversación entre ambos personajes que, inicialmente, parece sugerir más bien todo lo contrario; es decir, las simpatías del rey respecto al honesto soldado que es Robin. Esa ironía típicamente inglesa sale bien parada en este momento de la película, pero el humor que se gastará Scott en otros momentos del film no será igual de afortunado (ej: el plano que muestra a unos 9-10 soldados, atados por la cintura y avanzando torpemente por el bosque, parece directamente extraído de la peor de las parodias imaginables perpetrada por el inefable Mel Brooks), además de casar francamente mal con la frialdad expositiva por la que opta el realizador británico en casi todo momento. Otro momento dignamente construido, en lo que a ironía narrativa se refiere, está protagonizado por el pacífico y bonachón fraile Tuck (Mark Addy), quien, al conocer a Robin y sus hombres, le es presentado al espectador trabajando como apicultor con unos paneles de miel elaborados por todo una "ejército" de abejas, que, más avanzado el metraje, cuando el traidor Godfrey ataque junto a soldados franceses a los pobres campesinos de la región, será empleado en su acepción más bélica contra los mismos: Tuck lanzará varios paneles repletos de abejas al interior de una estancia llena de soldados franceses.

La mala relación (mencionada líneas arriba) que se da entre Robin y el rey Ricardo, hallará su lógica prolongación en la que el propio Robin establecerá con el príncipe John, el sucesor del soberano, por lo que las decisiones narrativas tomadas por el guionista Brian Helgeland se revelarán ciertamente coherentes a lo largo del metraje: la humildad y honestidad de Robin no encuentran reconocimiento en el poder real, más bien todo lo contrario, aquella es percibida por este como un claro afán de rebeldía y oposición a sus intereses principales: el poder desmedido y la dominación del pueblo.


El supuesto "realismo" de la propuesta encuentra otros curiosos contrapuntos tonales, tanto en la sombría fotografía que domina las imágenes del film, como en el perverso comportamiento del que hace gala el principal malvado de la función, Godfrey (muy bien caracterizado por ese excelente actor que es Mark Strong), que más bien parece salido de, paradójicamente, el film de animación de Disney que protagonizaba un Robin Hood zorruno, pues la malicia del personaje es tan contundente y desprovista de aristas (matará cruelmente a un ciego, tras burlarse de él), además de ver su natural sonrisa perversamente prolongada, debido a la cicatriz que un flechazo del propio Robin dejará en su rostro, que su presencia parece más propia de un film de terror que de uno de aventuras. Otro personaje, que acompañara constantemente a Godfrey en sus demostraciones de malicia, también lucirá su correspondiente cicatriz en el rostro, y la aparición de ambos malvados siempre irá acompañada de una misma pieza musical, sencilla pero inquietante, obra de Mark Streitenfeld.

Respecto a los planos que cierran el film, y que dejan entrever el espíritu más aventurero del Robin Hood que todos conocemos (es decir, principalmente el que lleva los rostros de Errol Flynn o de Kevin Costner) se cuentan entre los más atractivos del mismo; veamos lo que muestran estos: Robin, y sus fieles compañeros, emergiendo del bosque (y convertidos ya en proscritos por orden del rey John), con el enorme personaje apodado "Pequeño John" (Kevin Durand) cargando un venado a sus espaldas; la nueva y idílica vida iniciada por los campesinos (conjuntamente con los "Niños Perdidos" del bosque, vistos al principio del film y en otros momentos del mismo), en completa armonía con la naturaleza, pero, sobre todo, demostrando también una armoniosa convivencia humana: niños y mayores; hombres y mujeres, etc., en perfecta sintonía, como deja bien claro la voz en off de la propia Marion, que acompaña a las imágenes; o el plano que cierra el film, con un beso de Robin y Marion (este si más convincente y pasional que otros similares que se dan en la película de Scott): las puertas abiertas a (quién sabe) una segunda parte del film, quizá el relato esperado por todos los espectadores, y que Ridley Scott, muy astutamente, ha escatimado en esta ocasión, dejando la miel en los labios a los fans del personaje.
Dejando a un lado las interesantes aproximaciones a Robin Hood dejadas por cineastas como Michael Curtiz o Allan Dwan, cabe mencionar la mejor (aunque indirecta) visión cinematográfica del personaje: "El halcón y la flecha" (The Flame and the Arrow, 1950), extraordinaria película de aventuras dirigida por Jacques Tourneur, que todos los interesados por el film de Scott (que parece beber mucho más directamente de la película que cambió el rostro del cine de aventuras contemporáneo, es decir, "Braveheart", de Mel Gibson) deberían ver con prontitud.


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