jueves, 1 de marzo de 2018

EL HILO INVISIBLE (PHANTOM THREAD, 2017, PAUL THOMAS ANDERSON)


Aunque hace ya muchos años que los premios Oscar perdieron todo su sentido (si es que  alguna vez lo tuvieron), cabe decir que la inminente celebración de su nonagésima edición se antoja más prometedora que de costumbre debido a la calidad media que exhiben algunas de las nominadas en categoría de mejor película. De hecho, esta podría ser la única edición reciente en la que, a pesar del exagerado número de convocadas -nueve desde que la Academia decidió que cinco eran pocas-, varios de los films merezcan ser recordados en el futuro. Desde las para mí irreprochables Dunkerque (Dunkirk, 2017), de Christopher Nolan, y El hilo invisible (Phantom Thread, 2017), de Paul Thomas Anderson, hasta las notables Los archivos del Pentágono (The Post, 2017), de Steven Spielberg, y Tres anuncios a las afueras (Three Billboards Outside Ebbing, Missouri, 2017), de Martin McDonagh, o incluso la inesperadamente interesante Call Me by Your Name (2017), de  Luca Guadagnino. 
 El cineasta Paul Thomas Anderson

Harina de otro costal me parecen esas otras candidatas que, dado el actual contexto socio-cultural en el que lo políticamente correcto (aliado inequívoco del pensamiento único) amenaza con sofocar cualquier atisbo de transgresión, representan a un determinado tipo de cine que ahora casi parece obligado nominar o premiar, caso de la mediocre Déjame salir (Get Out, 2017), de Jordan Peele -galardonable por cuestiones raciales-, de la correcta La forma del agua (The Shape of Water, 2017), de Guillermo del Toro -película que hace unos años no hubiera recibido la misma atención pero cuyo discurso es ahora interesante porque cualquier minoría racial, social o sexual puede verse fácilmente reflejada con él-, o de Lady Bird (2017), de Greta Gerwig, irregular comedia de regusto alleniano que, presupuestada en 10 millones, representa junto a las mucho más logradas The Florida Project (2017), de Sean Baker,  y Yo, Tonya (I, Tonya, 2017), de Craig Gillespie, que han costado, respectivamente, 2 y 11 millones de dólares y aspiran a uno y a tres premios, la cuota "obligatoria" de nominaciones al cine indie (dándose además la circunstancia, casual o no, de que en los tres casos existe una elevada componente femenina). Algo no muy diferente en realidad de lo que ocurre con la novena candidata, El instante más oscuro (Darkest Hour, 2017), de Joe Wright, inevitable ejemplo de cine de qualité que funciona aceptablemente bien cuando su realizador se deja de filigranas visuales insustanciales, concentrándose por tanto en los personajes y sus diálogos, pero que cuando incurre en ellas se revela considerablemente irritante.

En cualquier caso, es a El hilo invisible, octavo largometraje dirigido hasta la fecha por Anderson, a la que he dedicado un artículo, recientemente publicado en la revista digital de cine Transit: cine y otros desvíos, que los interesados podrán leer en el siguiente enlace:

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