Desde
hace un par de semanas los camaradas de Transit: cine y otros desvíos celebran
su séptimo aniversario (yo me incorporé algo más tarde, mi primer artículo para
ellos, dedicado a The Girlfriend
Experience (2009), de Steven Soderbergh, se publicó en agosto de 2010). Una
buena ocasión para que su nutrido plantel de colaboradores haya decidido una
vez más participar en el juego que les proponían sus responsables:
a saber, escribir un pequeño ensayo, análisis o comentario acerca de una
película (de elección libre) en la que el número siete desempeñe cualquier tipo
de función. En mi caso, la elegida ha sido la brillante comedia silente Seven Years Bad Luck (1921), de Max
Linder, incluida en la segunda parte de un dossier dividido en tres entregas.
La
primera se compone de (y cito por orden de publicación) Armonías de Werckmeister (Werckmeister harmóniák, 2000), de Béla
Tarr y Ágnes Hranitzky, por José Manuel López; Siete novias para siete hermanos (Seven Brides for Seven Brothers,
1954), de Stanley Donen, por Carlos Losilla; La séptima víctima (The Seventh Victim, 1943), de Mark Robson, por
Cristina Álvarez López; El pequeño
fugitivo (Little Fugitive, 1953), de Ray Ashley, Morris Engel y Ruth Orkin,
y El séptimo continente (Der siebente
Kontinent, 1989), de Michael Haneke, por Covadonga G. Lahera; Siete ocasiones (Seven Chances, Buster
Keaton, 1925), por Carles Matamoros; un texto de carácter más variado titulado Siete días, una semana, por Javier
Trigales; El león de siete cabezas
(Der Leone Have Sept Cabeças, Glauber Rocha, 1970), por Albert Elduque; y Siete muertos en el ojo del gato (La
morte negli occhi del gatto, Antonio Margheriti, 1973), por Ignasi Franch.
La
segunda parte de Retrato de una perezosa
(Portrait d’une Paresseuse, 1986), de Chantal Akerman –cortometraje perteneciente a Seven Women, Seven Sins, VV.AA.–, por
Ana Aitana Fernández; Tras la pista de
los asesinos (Seven Men from Now, 1956), de Budd Boetticher, por Faustino
Sánchez; Siete días de mayo (Seven
Days in May, 1964), de John Frankenheimer, por Guillermo Triguero; Scott Pilgrim contra el mundo (Scott
Pilgrim vs. the World, 2010), de Edgar Wright, por Nicolás Ruiz; Siete psicópatas (Seven Psychopaths,
2012), de Martin McDonagh, por Bruno Hachero; Los implacables, patrulla especial (The Seven-Ups, 1973), de Philip
D’Antoni, por Daniel de Partearroyo; y Los
siete samuráis (Shichinin no samurai, 1954), de Akira Kurosawa, por Antoni
Peris i Grao.
Y la
tercera parte de Siete bellezas
(Pasqualino Settebellezze, 1975), de Lina Wertmüller, por Endika Rey; 7 días de enero (1979), de Juan Antonio
Bardem, por Carlos Escolano; La séptima
profecía (Carl Schultz, 1988), de The Seventh Sign, por Adrian Martin; El séptimo sello (Ingmar Bergman, 1957),
de Det sjunde inseglet, por Pablo García
Conde; La dama rosa mata siete veces (La dama rossa uccide sette volte,
1972), de Emilio P. Miraglia, por Gerard Casau; La madona de las siete lunas (Madonna of the Seven Moons, 1945), de
Arthur Crabtree, por Toni Junyent; y Todo
lo que usted siempre quiso saber sobre el sexo* pero nunca se atrevió a
preguntar (Woody Allen, 1972) y Siete
mujeres (7 Women, 1966), de John Ford, por Julián Cajas.
Una
lectura refrescante y un recorrido tan desprejuiciado como, sobre todo, deliberadamente
lúdico.
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