Aunque
cuando se habla de cine bélico, por regla general, apenas se suelen mencionar un
puñado de películas archisabidas que van desde la magistral Objetivo: Birmania (Objective, Burma!, 1945), de Raoul Walsh, hasta
exponentes más recientes como la interesante Salvar al soldado Ryan (Saving Private Ryan, 1998), de Steven
Spielberg, o la irregular y filosófica La
delgada línea roja (The Thin Red Line, 1998), de Terrence Malick, pasando,
claro está, por películas tan conocidas como El puente sobre el río Kwai (The Bridge on the River Kwai, 1957),
de David Lean, Apocalypse Now (1979),
de Francis Ford Coppola, o La chaqueta
metálica (Full Metal Jacket, 1987), de Stanley Kubrick, todas ellas, con la
relativa excepción que supondrían la cuarta y la sexta al estar coproducidas
con el Reino Unido, pertenecientes a la
hegemonía que sobre tal género ha tenido siempre el cine americano, lo cierto
es que existen otros exponentes ‘foráneos’ que creo merecen tanta atención como
aquellas.
El cineasta Elem Klimov en 1987
Pienso en títulos como la magnífica producción alemana Cuatro de infantería (Westfront 1918:
Vier von der Infanterie, 1930), de Georg Wilhelm Pabst, la italiana y no menos
excelente La gran guerra (La grande
guerra, 1959), de Mario Monicelli, la china Ciudad
de vida y muerte (Nanjing! Nanjing!, 2009), de Lu Chuan, la británica Las águilas azules (The Blue Max, 1966),
de John Guillermin, la polaca La pasajera
(Pasazerka, 1963), de Andrzej Munk y Witold Lesiewicz –exclusivamente centrada
en el funcionamiento de los campos de concentración– o la rusa Masacre (ven y mira) (Idi i smotri,
1985), de Elem Klimov.
A esta última, película escalofriante como pocas que se
revela auténticamente capaz de ofrecer una perspectiva diferente de lo que
supone participar activamente en una guerra, he dedicado un extenso análisis
publicado recientemente en la revista digital Transit: cine y otros desvíos, dentro de su sección Re/visiones.
Huelga decir que, quien no sea especialmente amante de las emociones fuertes,
debería mantenerse alejado de una película cuyas rotundas imágenes pueden
llegar a remover conciencias. Han pasado treinta años desde su estreno y lo
cierto es que no se me ocurre ningún film bélico posterior (o anterior) que
pueda comparársele en dureza. El artículo puede leerse en el siguiente enlace:
No hay comentarios:
Publicar un comentario