Esta
misma mañana he leído con gran pesar en el blog de Tomás Fernández Valentí la
noticia del fallecimiento de José María Latorre. Hace escasamente un mes se
podía leer lo siguiente en el breve texto que encabezaba la sección Pantalla digital del número de noviembre
de la revista Dirigido Por: “José
María Latorre va a faltar a su cita mensual con los lectores de esta sección
por un leve problema de salud del cual esperamos se restablezca pronto”.
Latorre falleció repentinamente el pasado viernes 14 de noviembre, y la noticia
de su pérdida, lamentablemente, no parece haber gozado de una difusión a la
altura de la relevancia cultural que ciertamente tenía –y tiene– un escritor y
crítico cinematográfico de su envergadura –a mi entender una figura clave del panorama
cultural español de los últimos cuarenta años–, que también se erigió, tal vez
sin él pretenderlo, en un verdadero faro en la niebla para un buen número de
aficionados al cine y a la cultura en general. Sus conocimientos sobre música,
literatura y cine eran sencillamente extraordinarios –una sonora bofetada en la
cara de esa “modernidad líquida” que nos rodea y que tan profundamente ha
analizado en los últimos tiempos el filósofo polaco Zygmunt Bauman–, y su afán,
genuino y sensato, por intentar transmitir estos a las nuevas generaciones de
todo punto incuestionable, como ha quedado sobradamente demostrado en el tiempo
no solo a través de sus frecuentes ensayos y artículos publicados en libros o
revistas, sino también en sus recomendaciones literarias mensualmente
publicadas en la revista Imágenes de Actualidad, o en aquel blog suyo –desaparecido
unos diez años atrás, cuando Latorre decide cerrarlo al verse incapaz de frenar
los frecuentes e indiscriminados ataques de Spam que sufría la página– en el
que los usuarios protagonizaban profundos debates culturales en los que intervenía
el propio escritor, y gracias a los que yo mismo llegué a conocer, sin ir más
lejos, obras literarias tan extraordinarias como El hombre sin atributos, de Robert Musil, La muerte de Virgilio, de Hermann Broch, o Los últimos días de la humanidad, de Karl Kraus.
El escritor y crítico de cine José María Latorre
Resulta
verdaderamente difícil intentar reflejar en unas pocas palabras la excepcional
importancia que Latorre ha tenido en España como crítico de cine, pero también,
y de forma especialmente señalada, como escritor de gran literatura. Labor esta
última, desde mi punto de vista, que nunca
ha estado lo suficientemente reconocida.
He tenido el placer de leer sus 44 novelas (y recopilaciones de
cuentos) –y también gran parte de sus ensayos, críticas y literatura sobre
cine– y creo que la calidad media que tenían sus trabajos es sencillamente
apabullante. En este sentido, no conozco a nadie a su altura dentro del
panorama cultural español actual. Gran literatura me parecen “School Bus”, “Huida de la
ciudad araña”, “Miércoles de ceniza”,
“Sangre es el nombre del amor”,
“Osario”, “Las trece campanadas”, “La noche transfigurada”, “Treinta y cinco milímetros de Franco”, “Los teatros imaginarios”, “El hombre de las leyendas”, “Los jardines de Beatriz”, “El año de la celebración de la carne”, “Visita de tinieblas”, “El silencio”, “Fragmentos de eternidad”, o su último trabajo, “Música muerta y otros relatos”, publicado
este mismo año 2014. Por no hablar de algunos de sus libros de cine,
sencillamente imprescindibles y que bien merecerían ser urgentemente
reeditados: “El cine fantástico”, “Nino Rota, la imagen de la música” o “La vuelta al mundo en 80 aventuras”.
Desconozco
si Latorre ha dejado alguna obra huérfana de publicación, pero espero que de ser
así ese trabajo (o trabajos) pueda llegar a ver la luz algún día, aunque sea a
titulo póstumo. Y cuanto antes mejor. José María Latorre bien se lo merece.
Una parte significativa de las novelas, cuentos y ensayos críticos de Latorre
Con las
líneas anteriores tan solo he pretendido rendir un pequeño y sentido homenaje a quien de
forma incondicional considero una de las grandes figuras culturales españolas
de las últimas décadas. Descansa en paz, José María Latorre. Mi más sentido
pésame para sus familiares y amigos. Un fuerte abrazo desde Barcelona.
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