Si el único contacto que uno ha establecido con la filmografía de Walter Hill ha sido precisamente a través de sus largometrajes de los años ochenta, entonces uno puede llegar injustamente a la conclusión de que no es necesario acercarse al resto de la obra del realizador californiano: ciertamente, nada especialmente memorable puede encontrarse en films como Límite: 48 horas (48 Hrs., 1982), Calles de fuego (Streets of Fire, 1984), El gran despilfarro (Brewster´s Millions, 1985), Cruce de caminos (Crossroads, 1986), Traición sin límites (Extreme Prejudice, 1987), Danko: Calor rojo (Red Heat, 1988), Johnny el Guapo (Johnny Handsome, 1989), o en el que quizá sea el más lamentable de sus largometrajes, 48 horas más (Another 48 Hrs., 1990).
El cineasta Walter Hill
Pero si se repasa el conjunto de diecinueve films que Hill ha dirigido hasta la fecha -veinte si incluimos Supernova (2000), que Hill firmó con el pseudónimo Thomas Lee-, uno puede encontrarse con varias y agradables sorpresas, que otorgan una dimensión y un interés mayores al cineasta, aunque difícilmente pueda encontrarse una sola obra en su haber a la que calificar con consistencia de magistral o excepcional. Conviene no engañarse: las pretensiones artísticas de Hill siempre han sido muy humildes, pero este factor no ha impedido que en sus mejores obras aquel haya demostrado una habilidad nada despreciable para practicar un cine de acción directo, puro y muy honesto, que en la actualidad cuesta poco situar muy por encima de los exponentes del género que llegan masivamente a las salas semana tras semana. Los cinco primeros films de Hill, que son también los que mejor han soportado el paso del tiempo, definen con transparencia y sencillez las constantes del cine del realizador: El luchador (Hard Times, 1975), The Driver (1978), The Warriors: los amos de la noche (The Warriors, 1979), Forajidos de leyenda (The Long Riders, 1980) y La presa (Southern Comfort, 1981) pueden ser vistas en la actualidad como referentes clásicos del cine de acción, pese a que cada una de ellas coqueteé a su manera con otros géneros, bien sea el western, el cine bélico o el thriller urbano.
Uno de los últimos trabajos interesantes de Hill, Wild Bill (1996)
Una vez superado el bache cualitativo que, a mi modo de ver, sufre el cineasta durante la década de los ochenta, lo cierto es que en las dos décadas posteriores este consigue recuperar el pulso narrativo de su obra precedente y ofrece algunos films dignos de estima, siempre en el territorio del western, como el curioso El último hombre (Last Man Standing, 1996) o muy especialmente el notable Wild Bill (1995), además de un par de estimables obras para televisión, también del mismo género: la serie Deadwood (2004-2006) y la miniserie Los protectores (Broken Trail, 2006).
En cualquier caso, comento más extensamente la filmografía de este interesante aunque irregular cineasta en un artículo recientemente publicado en Transit: cine y otros desvíos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario