Título Original: The Boston Strangler
Año: 1968
Nacionalidad: EE.UU.
Duración: 116 min.
Director: Richard Fleischer
Guión: Edward Anhalt, Gerold Frank
Actores: Tony Curtis, Henry Fonda, George Kennedy, Mike Kellin, Hurd Hatfield, Murray Hamilton
Sinopsis: En Junio de 1962 aparecen en la ciudad de Boston las primeras víctimas mortales - todas ellas mujeres y muertas por estrangulamiento - de un perturbado mental, Albert DeSalvo, que utiliza como pretexto su profesión de fontanero para acceder con facilidad al domicilio de sus presas. John S. Bottomly será designado por el fiscal general de la ciudad para encabezar una comisión especial cuya finalidad, en estrecha colaboración con la policía, será investigar las pocas pruebas disponibles y atrapar al asesino, que prolongará su labor criminal, perpetrando un total de 13 asesinatos, hasta inicios de 1964. Una vez atrapado DeSalvo, Bottomly, quien tan solo quiere que Boston vuelva a respirar tranquila, se encontrará ante la disyuntiva de como procesar a un hombre al que los especialistas médicos califican como esquizofrénico con doble personalidad, y que, por lo tanto, al margen de su tranquila y familiar vida hogareña, mantiene ocultos en un rincón de su mente sus horribles actos criminales.
En la filmografía del realizador Richard Fleischer, en la que tienen cabida todo tipo de propuestas y géneros, se pueden encontrar al menos cuatro obras excelentes que analizan minuciosamente unos determinados acontecimientos criminales que tuvieron lugar en la realidad. Junto a El estrangulador de Boston, que en su vertiente formal probablemente es la más arriesgada y compleja de todas, se encuentran La muchacha del trapecio rojo (The Girl in the Red Velvet Swing, 1955), Impulso criminal (Compulsion, 1959), y El estrangulador de Rillington Place (10 Rillington Place, 1971). Los cuatro films comparten una similar complejidad dramática que las mantiene alejadas en todo momento de las posturas ideológicas extremas: Fleischer prefiere recurrir a la objetividad narrativa respecto a los muy reprobables actos que plasma en estos films en detrimento de una subjetividad benévola que complazca quizá en exceso al espectador de los mismos; o dicho de otro modo: Albert DeSalvo (el asesino de El estrangulador de Boston), Harry Kendall, Judd Steiner o John Reginald Christie son, sin duda alguna, criminales que merecen ser castigados (algo que Fleischer nunca niega), pero el principal escollo al que la sociedad se enfrenta una vez estos son atrapados por la ley reside en la naturaleza del castigo que resulte más justa para cualquiera de ellos. Albert DeSalvo es un asesino de mujeres, pero su mente escindida radicalmente en dos personalidades diferentes le exime del grado de culpabilidad que debería recaer sobre otra persona completamente consciente de sus actos en circunstancias similares. ¿Cómo juzgar, por otro lado, en La muchacha del trapecio rojo, a alguien como el adinerado (y muy perturbado) Harry Kendall, mimado excesivamente por su madre desde su más tierna infancia, quien decide en un arrebato de furia asesinar a sangre fría a Stanford White, el multimillonario (y rival amoroso) que pone barreras una y otra vez para que el nuevo capricho de Harry (una bella y joven muchacha llamada Evelyn, todavía demasiado inexperta en los mecanismos de la vida y el amor) pueda llegar a ser una nueva posesión suya capaz de ensanchar la ya de por sí excesiva vanidad del joven?
La posibilidad de planear el asesinato perfecto y indemostrable, como mera demostración de la brillantez de la mente humana, es lo que el joven estudiante Judd Steiner intenta llevar a cabo en Impulso criminal (acontecimiento real que Hitchock ya había llevado años antes a la gran pantalla en la célebre La soga - Rope, 1948 -).
De todos modos, la más sórdida y desesperada de estas cuatro historias de violencia la encontramos en El estrangulador de Rillington Place, film que cuestiona, como pocos a lo largo de la historia del cine han logrado, los límites y la ceguera moral de la justicia que supuestamente protege a los ciudadanos de cada sociedad, y que retrata también como pocos los condicionantes sociales que se erigen en detonantes de acontecimientos humanos trágicos e incomprensibles. ¿Los atroces actos de John Reginald Christie, en este último film, eximen de responsabilidades ante la justicia a una de sus víctimas indirectas, el joven, además de ignorante y pusilánime, Timothy John Evans, por haberle puesto en bandeja de plata al asesino las vidas de su mujer, de su hijo, y de otro todavía no nacido que esta lleva en el vientre?
Los estudios criminales de Fleischer nunca ofrecen respuestas claras a estas preguntas, ni tampoco cómodos asideros emocionales al espectador, el cual incluso cuando los culpables reciben su supuestamente justo castigo es incapaz de sentirse feliz por ello y en cambio experimenta de forma más intensa todavía el más absoluto desasosiego existencial ante el absurdo que en ocasiones se apodera de la vida de las personas.
En KlownsAsesinos.com se ha publicado recientemente mi crítica para El estrangulador de Boston, que puede ser leída pinchando en el siguiente enlace:
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