Con los siguientes seis films doy por terminado mi recorrido por el 44 Festival Internacional de Cinema Fantàstic de Catalunya - Sitges 2011. En breve publicaré también una crítica de Twixt, el nuevo y notable film fantástico realizado por Francis Ford Coppola, el cual sorprendentemente - y pese a resultar muy coherente con la carrera anterior del realizador -, ha gozado por un lado de la acogida de unos pocos, y por el otro de la incomprensión de muchos de los asistentes a los dos pases del film en el festival. Contrariedades típicas de un festival - y de un público - muy dado a ellas.
A Letter to Momo (Momo e no tegami, Hiroyuki Okiura, 2011)
Desconozco la anterior película de Okiura como realizador, el afamado anime Jin-Rô, pero lo cierto es que su más reciente trabajo, A Letter to Momo, me ha sorprendido gratamente, pues se trata de un film de animación que consigue acercarse con brillantez al espíritu más característico de las grandes fantasías del Studio Ghibli y del genial Hayao Miyazaki. En esencia, A Letter to Momo desarrolla un clásico viaje iniciático - el que deberá experimentar la pequeña Momo del título para superar la reciente muerte de su padre y, de ese modo, dar un primer paso hacia la madurez -, aunque evidentemente, en el film de Okiura la realidad más reconocible termina por ceder su lugar a un universo de fantasía desbordada en el que campan a sus anchas los personajes y acontecimientos imprevisibles. El relato da inicio cuando Momo y su madre abandonan Tokyo y se trasladan a vivir a la isla japonesa de Shio, y en sus primeros compases predominan los acontecimientos costumbristas y la descripción realista - y de una serenidad muy japonesa - del entorno en el que se va a desarrollar el resto de la historia. El tempo narrativo, el tono dramático, y la precisión de las composiciones visuales escogidas por Okiura durante este fragmento, recuerdan en cierto modo a las imágenes más características del cine de Yasujiro Ozu, Mikio Naruse o Akira Kurosawa, aquellas que describen el fluir y la armonía de la vida - sin pasar por alto la presencia de la muerte - de una determinada comunidad. Es a partir del encuentro de Momo con tres diablillos, Mame, Iwa y Kawa, que logran escapar de su encierro milenario gracias a una acción de la joven, cuando A Letter to Momo entra de pleno en el universo más reconocible de films como El viaje de Chihiro (Sen to Chihiro no kamikakushi, 2001) o El castillo ambulante (Hauru no ugoku shiro, 2004). Quizá el único pero que se pueda poner al film se encuentre en la demasiado alargada, frenética e hipertrofiada carrera que tiene lugar hacia el final del relato, aunque esté muy en consonancia con el vértigo narrativo presente en los clímax dramáticos de clásicos del anime como La princesa Mononoke (Mononoke-hime, 1997) y Akira (Katsuhiro Otomo, 1988).
El elaborado y muy detallista acabado visual del film, y un exquisito trabajo con el color, consecuencia de 7 largos años de desarrollo, consiguen que A Letter to Momo sea muy probablemente la mejor cinta animada de este 2011 que ya acaba, logrando plantar cara con su extraordinaria animación tradicional a los mejores exponentes actuales de la animación digital.
Drive (Nicolas Winding Refn, 2011)
De hipnótico, electrizante, y estilizado, muy estilizado, puede calificarse al nuevo film del danés Nicolas Winding Refn, un persuasivo y melancólico thriller romántico en el que su realizador logra armonizar de forma precisa los intermitentes fogonazos de violencia y la sensibilidad dramática que demandan el guión del iraní Hossein Amini - quien adapta a su vez la novela Drive (publicada en España por RBA Publicaciones), del escritor norteamericano de novela negra James Sallis -, y en el que Refn consigue un perfecto equilibrio entre clasicismo y modernidad, sin por ello dejar de apoyarse en una estructura narrativa convencional que el elaborado aparato formal del film trasciende en todo momento.
Es posible que el film recuerde en ciertos aspectos a obras como Pickpocket (Robert Bresson, 1959) o El silencio de un hombre (Le samouraï, Jean-Pierre Melville 1967), pero la obra precedente que encuentro más cercana a la de Winding Refn bien podría ser Posibilidad de escape (Light Sleeper, Paul Schrader, 1992), pues el camello John LeTour (Willem Dafoe) que protagoniza este último film anhela conseguir, al igual que el especialista conductor de coches de Drive, una redención espiritual por la vía del amor, y ambos personajes, además de revestir sus figuras de similar misterio y carácter mítico, parecen flotar a la deriva por el mundo sin poner nunca los pies en el suelo.
La evidente brillantez fotográfica del film, obra del operador Newton Thomas Siegel, no entra en conflicto en ningún momento con una planificación y un ritmo narrativo mucho más sobrios, y dota de auténtica personalidad visual a Drive. Winding Refn es un auténtico esteta, como ya demostró anteriormente en películas tan refinadamente elaboradas, pero también artificiosas y discutibles, como Bronson (2008) y Valhalla Rising (2009) - ambas vistas en el marco del Festival de Sitges dos ediciones atrás -, pero el realizador ha logrado con Drive su primera obra realmente convincente, una obra en la que todo encaja a la perfección, desde la precisa definición de todos y cada uno de los personajes del relato - muchos de ellos verdaderamente despreciables, pero a los que no se les niega, en algunos casos, su parte de humanidad -, hasta las muy ajustadas interpretaciones de todo el elenco interpretativo - encabezado por un silencioso Ryan Gosling, al que secundan brillantemente los ascendentes Carey Mulligan y Oscar Isaac, y otros actores mucho más curtidos, caso de Ron Perlman, Bryan Cranston y Albert Brooks - pasando por una banda sonora, compuesta por Cliff Martinez, que armoniza a la perfección con las bellas imágenes del film, elevando el visionado del mismo a la categoría de experiencia sensorial, siempre y cuando el cine en el que este sea visionado reúna las condiciones de proyección (visuales, sonoras) más óptimas, como así ocurrió en el Auditori de Sitges. Veremos que respuesta en taquilla obtiene este magnético film cuando se estrene en los cines españoles a finales de noviembre.
El callejón (Antonio Trashorras, 2011)
Es evidente que El callejón, puesta de largo en el largometraje del crítico de cine Antonio Trashorras, es un film realizado con mucha ilusión y buenas intenciones, aunque, por desgracia, ambos ingredientes por si solos no consigan que la calidad global que arroja la cinta no alcance los mínimos exigibles. En las imágenes de El callejón se percibe claramente, y de forma constante, el esfuerzo de Trashorras por dotar de lógica narrativa - y también expresiva - a la planificación y a las posiciones de cámara que elige en cada secuencia, pues al fin y al cabo el cineasta tiene en mente, por encima de todo, un cierto tipo de cine clásico de terror y suspense. También resulta elogiable su intento de alcanzar durante gran parte del metraje una cierta tensión narrativa a partir, esencialmente, de un espacio (una solitaria lavandería a medianoche) y dos personajes (una chica cubana y un chico colombiano, los dos atractivos, él esperando en la calle para acabar con la vida de ella, objetivo que tan solo la puerta de cristal de la lavandería, cerrada, le impide alcanzar), pero ello no resulta suficiente para contrarrestar la excesiva falsedad de un decorado de estudio que no funciona de ningún modo - y es que nada en él resulta verosímil, ni tan siquiera la tímida manera de mojar las demasiado nuevas baldosas de cartón-piedra de la calle -, ni el poco atractivo juego de iluminación que pretende crear - sin conseguirlo en ningún momento - una atmósfera a lo Mario Bava, ni la poca entidad de unos diálogos que parecen escritos por un adolescente algo ingenuo, sorprendido porque un productor está dispuesto a producirle su primer film de terror, ni los bastante excéntricos y lamentables giros de guión que intentan sorprender al espectador. El film genera humor involuntariamente, siendo esta la peor respuesta por parte del público que se puede encontrar un realizador, pero también creo que todos estos errores son debidos a la poca experiencia práctica tras las cámaras de Trashorras, quien, a partir de ahora, tan solo podrá madurar en el oficio si consigue rodar con cierta continuidad. Daniel Monzón, su compañero en la revista Fotogramas, ya sabe algo de todo esto, pues le han hecho falta casi diez años y cuatro películas para lograr su cinta más interesante, la aplaudida Celda 211 (2009).
Red State (Kevin Smith, 2011)
El último film dirigido por Kevin Smith puede ser considerado, sin muchos problemas, como el mejor trabajo del realizador hasta la fecha. Algo que tampoco era excesivamente difícil para el responsable de obras tan ortopédicas en lo visual y anecdóticas en lo argumental como Clerks (1994), Mallrats (1995) o Vaya par de polis (Cop Out, 2010). Tampoco vayamos a pensar, ni mucho menos, que esa superación de sus facultades cinematográficas han permitido al cineasta el inesperado alumbramiento de una obra maestra o algo que se le parezca, porque Red State es una película curiosa e interesante, también algo irregular, cuya modestia en los planteamientos visuales y narrativos devienen, por primera vez en el cine de Smith, un factor a tener en cuenta. El realizador filma con corrección y funcionalidad la mayor parte del relato, muy homogéneo visualmente, aunque se permite también alguna muestra de elegancia expresiva, caso de los planos que muestran en contrapicado el largo monólogo del reverendo Abin Cooper (Michael Parks), o el certero empleo del suspense narrativo en la secuencia en la que uno de los tres adolescentes secuestrados por los seguidores del reverendo consigue huir de su encierro y acaba encerrándose, por casualidad, en una habitación llena de armas. Una mejor construcción del relato - aunque éste también presente ciertos importantes defectos -, y unos diálogos corrosivos y mejor confeccionados que en otras ocasiones (en la que es, supuestamente, la especialidad de Smith), junto a las interpretaciones de un buen conjunto de actores, encabezados por el notable Parks, y en el que destacan las presencias de John Goodman y Melissa Leo, son las mejores bazas de Red State, una cinta en la que su realizador demuestra, una vez más, que su capacidad para las escenas de acción es más bien nula (ver la larga secuencia del asedio policial al hogar del reverendo Abin, en el que los planos - y por consiguiente las posiciones de cámara - que muestran el intercambio de tiros entre ambos bandos carece en casi todo momento del menor sentido de la lógica espacial y el ritmo), y que para ser considerado un guionista de verdadera valía todavía debe ganar solvencia en la construcción global de sus relatos, pues si el inicio y el final de Red State resultan bastante compactos en su duración y progresión narrativas, no resulta tan positiva la valoración del demasiado alargado fragmento central, el del anteriormente mencionado asedio policial, que Smith conduce en algunos instantes de forma algo insegura y titubeante. Un film tan irregular como atractivo en sus mejores instantes.
The Yellow Sea (Na Hong-jin, 2010)
The Yellow Sea era una de las películas más esperadas del presente Festival de Sitges, pues su realizador, el coreano Na Hong-jin, sorprendió gratamente en el marco del mismo, varias ediciones atrás, con su debut tras las cámaras, el atractivo thriller The Chaser (Chugyeogja, 2008), relato que arrancaba prometedoramente y conseguía mantener la atención del espectador hasta aproximadamente su tercio final, en el que la aparición de ciertos excesos visuales y algún que otro giro de guión bastante inverosímil impedían a Hong-jin lograr un film redondo. Algunos de los aciertos de aquel film vuelven a estar presentes en The Yellow Sea, desde el indudable talento del realizador para describir atmósferas sucias y turbulentas hasta su predilección por el hieratismo interpretativo de gran parte de los actores que conforman el elenco, pasando por cierta habilidad para acumular planos de corta duración, que describen de forma muy breve ciertas situaciones narrativas - aportando ello cierta densidad al conjunto del relato -, y que por inercia y acumulación acaban generando tensión narrativa. Pero, en mi opinión, el nuevo film del coreano, por desgracia y pese a lo dicho hace un instante, termina por acumular más defectos que aciertos. De ambos hablaré en las siguientes líneas.
Lo mejor de The Yellow Sea acaece durante, aproximadamente, los primeros cuarenta minutos de proyección, tiempo durante el que el relato progresa favorablemente y acumula interés, y que Hong-jin aprovecha para describir pormenorizadamente las razones por las que Ku-Nam (Ha Jung-woo), un desgraciado taxista que vive en Yanbian - prefectura fronteriza con los territorios de Rusia, Corea del norte y China -, que está endeudado hasta las cejas porque como jugador de Mahjong es más bien patético y que ha sido recientemente abandonado por su mujer, la cual le ha dejado a su cargo a una hija pequeña a la que Ku-Nam debería cuidar pero a la que este tiene abandonada, aceptará la propuesta de un mafioso para ganar una sustanciosa cantidad de dinero - cuyo cobro permitiría al personaje zanjar de un plumazo todas sus deudas - a cambio de cometer el asesinato de un - para él - completo desconocido. Las condiciones de extrema pobreza y miseria del personaje y de los que le rodean quedan correctamente expuestas y resultan verosímiles, y su descripción se prolonga hasta la llegada de Ku-Nam a Corea - en barco y de forma clandestina -, ciudad en la que deberá encontrar y matar a su objetivo, que resultará ser nada más y nada menos que un importante mafioso fuertemente protegido por guardaespaldas. Una vez en Corea, Ku-Nam tendrá un plazo de diez días para completar el encargo, finalizado el cual deberá regresar nuevamente en barco a su ciudad y cobrar el dinero acordado, pero la situación se complicará cuando, por un lado, las pesquisas de Ku-Nam para reencontrar a su mujer - en realidad, la principal e importante razón que han llevado al personaje a aceptar un trabajo para él completamente inusual - le lleven al conocimiento de que la misma ha desaparecido misteriosamente, y en segundo lugar cuando, en el momento elegido por él como propicio para asesinar al mafioso, le tomen la delantera dos completos desconocidos, tan desarrapados como él, que parecen haber recibido idéntico encargo. La secuencia más lograda de The Yellow Sea tiene lugar precisamente poco antes de que el relato alcance el último acontecimiento mencionado, cuando Ku-Nam inspecciona cuidadosamente la escalera que permite el acceso a los diferentes pisos del edificio en el que deberá asesinar a su objetivo, justo antes de que este último alcance una verja de seguridad que protege su hogar de cualquier intento de intrusión que tenga lugar desde el exterior. Ku-Nam, absolutamente inexperto en el arte del asesinato, medirá sus pasos minuciosamente, calculará la cadencia de las luces de la escalera - que se encienden automáticamente cuando detectan el paso de una persona y cuyo correcto funcionamiento un guardaespaldas del mafioso controla desde la calle para asegurarse de que su jefe llega sano y salvo a su hogar - y intentará imaginar mentalmente con la mayor precisión el clímax de la situación, en el que deberá acuchillar a su víctima, pues un arma blanca será la única herramienta homicida a su alcance, condicionando este factor una extrema y peligrosa cercanía física entre el asesino y su presa, a la cual una vez eliminada Ku-Nam deberá cercenar un dedo como prueba de que su trabajo ha sido completado con éxito.
La muerte del mafioso marcará un punto de inflexión en el film, abruptamente convertido este en un hiperbólico, atropellado y caprichoso relato de acción y violencia paroxística, desprovisto de cualquier atisbo de verosimilitud y credibilidad, que propiciará el vertiginoso descenso de interés de The Yellow Sea, pues una vez Ku-Nam intente huir del lugar del crimen, el personaje se verá sometido a un acoso, imparable y demoledor, de casi dos horas de duración, por parte de asesinos a sueldo, policías y hampones de medio pelo, que querrán acabar con su existencia por motivos de lo más diverso. Sorprendentemente, Ku-Nam logrará zafarse una y otra vez de las balas, vehículos, hachas y sobre todo cuchillos, muchos cuchillos, que intentan despedazarlo, pretendiendo con ello el realizador Hon-jin que su propuesta entre en el terreno de la abstracción narrativa y el relato simbólico: la fuerza de voluntad de Ku-Nam, quien en realidad tan solo quiere encontrar a su mujer, devendrá algo así como un escudo místico para el personaje, capaz de librarle continuamente de la hostilidad y voracidad que muestra hacia su persona un entorno formado esencialmente por personas corruptas, violentas y crueles.
El tipo de relato que plantea Na Hong-Jin con The Yellow Sea no difiere demasiado, en el fondo, del que sirve como base a películas como Memories of Murder (Salinui chueok, 2003), The Host (Gwoemul, 2006) o Mother (Madeo, 2009), todas ellas dirigidas por Bong Joon-ho, Thirst (Bakjwi, 2009) de Park Chan-wook, o Encontré al diablo (Akmareul boatda, 2010), dirigida por Kim Jee-woon. Todas ellas comparten una ácida mirada hacia la instituciones coreanas (familiares, policiales, políticas, sociales), y una extraña alternancia entre el drama intimo y el cine de género, siendo este último elemento - es decir, la pertenencia a un género concreto, sea este el policial, el terror o cualquier otro - el que permite lecturas más abstractas de los diferentes relatos, y también alusiones indirectas y de carácter metafórico a la realidad que ha forjado el carácter de estos cineastas. La defendible y positiva crítica social que interesa a estos cineastas no excluye, de forma obvia en todos los casos citados, que sus obras presenten unas aspiraciones comerciales bastante evidentes, aspecto que sin ser necesariamente negativo sí que fuerza claramente la presencia de una constantes visuales espectaculares que en muchos casos resultan agotadoras y también bastante gratuitas, como demuestra de forma ejemplar un film como The Yellow Sea, cuya atropellada acumulación de secuencias de acción, y sobre todo la forma de filmar y montar estas, no difiere excesivamente - en mi opinión más para mal que para bien - del de tantos y tantos cineastas americanos que han tocado recientemente el género, caso de Michael Mann, Paul Greengrass, Doug Liman o muchos otros menos célebres. El tono narrativo disperso y poco convincente del segundo film dirigido por Na Hong-jin no encuentra el equilibrio que si tenían las otras películas coreanas mencionadas. Ni tan siquiera el de Encontré al diablo, film al que más recuerda el de Hong-jin, y que funcionaba mejor que The Yellow Sea porque desde el principio la obra de Kim Jee-woon adoptaba una estética y un tono narrativo de cómic, y en ningún momento existían unas pretensiones realistas.
Troll Hunter (Trolljegeren, André Ovredal, 2010)
Tenía cierta curiosidad por ver este film noruego que mezcla aventuras, humor y fantasía, pese a que ya sabía de antemano que en él cobran especial relevancia formal las cámaras de vídeo y también el rodaje cámara en mano, al modo de tantos otros films de temática fantástica realizados en la última década. Si algo me atraía inicialmente en Troll Hunter era el contemplar un despliegue de mitología nórdica, terreno con el que en los últimos años nos estamos familiarizando, gracias a películas como la sueca Déjame entrar (Lat den rätte komma in, 2008) o la finlandesa Rare Exports (Jalmari Helander, 2010), pero en el que todavía quedan muchas cosas por decir. Evidentemente, los trolls son unas criaturas mucho más genuinamente nórdicas que los vampiros o Papá Noel, y en el film de Ovredal se dan cita varios y diferentes tipos de estos seres.
Apenas iniciado el film, la desilusión no tarda en hacer acto de presencia: aunque la cámara en mano resulta algo menos tosca que en obras como El proyecto de la bruja de Blair (The Blair Witch Project, Daniel Myrick y Eduardo Sánchez, 1999) o Paranormal Activity (Oren Peli, 2007), lo cierto es que 1) las imágenes de Ovredal son, por lo general y al igual que en aquellas, de una excesiva simplicidad visual, 2) que en el relato abundan los momentos de relleno (especialmente al principio del la cinta), y 3) que vuelven a repetirse los mismo planteamientos dramáticos, forzados e inverosímiles, que empujan a un personaje a "morir con la cámara puesta": es decir, pese al peligro de muerte inminente que acecha a los personajes en algunos momentos del film, el responsable de grabar con una cámara de vídeo todos los sucesos que tienen lugar no abandona el uso de la misma ni cuando el riesgo de ser engullido por el monstruo de turno es inminente.
Existen momentos divertidos (ver los diversos chistes en torno a la atracción que sienten los trolls hacia el olor de los que profesan una fe cristiana, y el peligro de muerte que esta condición supone para ellos), y algunas secuencias más o menos logradas (la tediosa y cómica espera en un puente, con el cazador profesional de monstruos pretendiendo atraer en plena noche la atención de un troll mediante el olor que desprenden dos cabras y una oveja que no dejan de balar: un secuencia digna de un film de los Monthy Python).
Por desgracia, no todo en Troll Hunter es igual de divertido o efectivo. Existen no pocos chistes fáciles y, sin ir más lejos, las secuencias filmadas con visión nocturna, aparte de devenir tediosas en lo visual, están torpemente solucionadas. Algún que otro momento atractivo no justifican el pequeño prestigio que se ha venido ganando este film en los últimos meses, y dentro de la sección competitiva del festival se encontraban obras muy superiores a esta (Hara-kiri: Death of a Samurai, A Letter to Momo) que hubieran merecido una mayor atención por parte del público asistente a Sitges.
Hola Oscar:
ResponderEliminarEnhorabuena por tan completas reseñas, los que no fuimos a Sitges te lo agradecemos. Hay muchas ganas de ver algunas de las películas que comentas, en especial “Drive”. También muchas ganas de conocer tu opinión sobre “Twixt”, hasta ahora tan solo había leído comentarios muy negativos acerca de ella.
Saludos.
Hola Pedro,
ResponderEliminarPrimero de todo, disculpa mi tardanza en responderte, pues estos últimos días he dedicado el poco tiempo libre que tenía a mi alcance para, precisamente, dar por concluido el escrito acerca de Twixt, film que ha generado una corriente de opiniones negativas muy injusta, y más cuando incluso la labor de Coppola en él se sitúa por encima de lo logrado por alguien mucho menos hábil con la cámara como el Kevin Smith de Red State, premiado por el jurado de Sitges.
Me alegro de que mis reseñas te sean útiles. Intento que, como tú bien dices, sean lo más completas posibles, aunque nunca lo sean tanto como debieran, y es que las circunstancias en las que me veo obligado a escribirlas (en el transcurso del propio festival) no son, evidentemente, las más adecuada para hacerlo con calma. Drive debería estrenarse a finales de Noviembre. Como has podido comprobar, a mí el film de Winding Refn me ha parecido muy interesante. Espero que a ti también te lo parezca cuando puedas verlo.
Saludos y hasta pronto,
Oscar
'¿Cómo puede el director de 'Drácula', por muy autoreferenciadora y coñera que sea, revisitar con 'Twixt' el género hoy tan de moda y que él elevara a tal altura?
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