martes, 13 de abril de 2010

AJAMI (ÍDEM, SCANDAR COPTI Y YARON SHANI, 2009)

Título Original: Ajami
Año: 2009
Nacionalidad: Israel, Alemania
Duración: 120 min.
Director: Scandar Copti y Yaron Shani
Guión: Scandar Copti y Yaron Shani
Actores: Fouad Habash, Nisrine Rihan, Elias Saba, Youssef Sahwani, Abu George Shibli, Ibrahim Frege.


Sinopsis: Malek necesita conseguir una importante cantidad de dinero para que su madre enferma pueda ser operada. Omar ve como su vida corre peligro después de haberse negado a ceder a la extorsión de un clan mafioso del barrio. Dando es un policía que está obsesionado con encontrar a su hermano, desaparecido misteriosamente. Binj y su novia quieren irse a vivir lejos de Ajami. Omar y Hadir se aman, pero él es musulmán y ella cristiana, hecho que devendrá un obstáculo para poder celebrar una boda que los una. Estos personajes y otros verán entrecruzados sus destinos en el hervidero de odio y violencia que es Ajami, lugar en el que no parece haber sitio para el amor.


La memoria histórica: importancia de no olvidar, necesidad de cerrar las heridas (y 1)*

La importancia de "Ajami" para un espectador occidental

De las cinco películas nominadas en la última edición de los premios Oscar en la categoría de mejor película extranjera, la única que no he visto todavía es la coproducción peruano-española "La teta asustada", que casualmente es la única dirigida por una mujer, Claudia Llosa. La que finalmente logró el galardón, la argentina, co-producida con (otra vez) España, "El secreto de sus ojos", de Juan José Campanella, me parece interesante y menos previsible (tanto en aspectos narrativos como formales) de lo que era de prever; por su parte, la francesa (con participación italiana) "Un profeta", dirigida por Jacques Audiard, pese a parecerme un film interesante, me parece una obra sobrevalorada y con no pocos defectos narrativos (metraje excesivamente estirado, por ejemplo) y formales (entre ellos, una - excepto en su media hora inicial - demasiado formularia - y muy abundante - utilización de los primeros planos). La película del austríaco Michael Haneke (una producción alemana, con participación económica austríaca, francesa y italiana), "La cinta blanca" es, en mi opinión, la más sólida, cinematográficamente hablando, de todas las candidatas (excluyendo, claro está, el film peruano, que no he visto).
La quinta nominada en cuestión, "Ajami", de la que hablaré en las siguientes líneas, se estrena con considerable retraso respecto a la entrega de premios, y es la que está contando con una menor cobertura publicitaria: no creo que se trate de una casualidad: "Ajami" es un film de nacionalidad israelí (co-producido con Alemania: como vemos, son pocos los films que se salvan actualmente de entrar en regímenes de co-producción), país que, probablemente, no llama tanto la atención entre nosotros como Alemania, Francia, Argentina o, en menor medida, Perú, y del cual en consecuencia se espera (o mejor dicho, prácticamente se provoca) un menor rendimiento en taquilla.


Me parece importante dejar claro desde el principio que "Ajami" me parece inferior en sus resultados artísticos a los logros de los que hacen gala "La cinta blanca", "El secreto de sus ojos" y "Un profeta", pero no por ello me parece una obra desprovista de interés o indigna de ser vista, por mucho que considere que sus aspectos más atractivos se encuentren, principalmente, en su interesante estructura dramática, y en el equilibrado (y muy humano) punto de vista del que hacen gala los directores del film, Scandar Copti y Yaron Shani, respecto a los peliagudos acontecimientos que centran el interés dramático de su film: la difícil convivencia (dificultada enormemente por pasados acontecimientos, históricos y económicos, que han prolongado su influjo en la zona en la forma de los actuales prejuicios religiosos, sociales y políticos) que se da en el barrio de Ajami, sito en la ciudad de Jaffa, entre personas pertenecientes a culturas tan diferentes entre ellas como la musulmana, la cristiana o la judía.

Una de las razones por las que un espectador occidental no debería despreciar el visionado de una película como "Ajami" radica en la posibilidad única que ofrece el film de comprender (o intentarlo, por lo menos) las dificultades que entraña la vida en determinadas partes del planeta, recayendo en este caso el protagonismo, de forma indiscutible, en el desconocido (para los occidentales) barrio de Ajami, lugar en el que el día a día deviene una dura lucha por la (más elemental) supervivencia. El film, además, viene a coincidir (felizmente) en la cartelera con otras dos películas que optan por la imparcialidad dramática respecto a los muy conflictivos asuntos que tratan: "Cinco minutos de gloria", una notable película dirigida por el alemán Oliver Hirschbiegel, y "Ciudad de vida y muerte",  excelente film del chino Lu Chuan. No me extenderé aquí acerca de estos dos films por haber escrito recientemente sobre ellos en este mismo blog.


Fondo y forma en "Ajami", la película

Un trágico acontecimiento da inicio a "Ajami": el asesinato, en la calle y a plena luz del día, de un joven que está reparando un coche de segunda mano que recién acaba de comprarle a Omar (Shahir Kabaha). Efectivamente, la muerte del joven es fruto de un fatídico equívoco, pues el verdadero objetivo de los asesinos no era otro que el propio Omar, hasta pocos minutos antes dueño del vehículo.
Precisamente otro asesinato "por error" tendrá lugar durante los minutos finales de "Ajami", logrando con ello Scandar Copti y Yaron Shani que su film trace estructuralmente una verdadera espiral de violencia absurda y ¿inevitable?. Absurda, por que ambos asesinatos parecen impulsados por el afán de venganza aunque acaben cebándose con los seres menos propensos a la violencia, y inevitable, por que esa violencia parece el (abundante) fruto actual que ofrece a los habitantes de Ajami un árbol de odio cuyos orígenes se remontan a cientos de años atrás. Los dos directores del film parecen asumir que, efectivamente, esa violencia es totalmente inevitable, por mucho que ello no la haga más justificable: Omar y su familia se habían negado a ceder al proceso de extorsión al que quería someterles un clan mafioso del barrio: su negativa genera una víctima inocente; Dando es un policía que reacciona de forma impulsiva, al final de la película, al ver el reloj de su asesinado hermano en manos de Malek (Ibrahim Frege), a quién la mente de Dando determina fugazmente, por asociación (errónea), como probable asesino.
Entre ambos violentos acontecimientos median, a lo largo del film, otros no menos virulentos, y Scandar Copti y Yaron Shani dejan claro, con contundencia, que, en semejante entorno social no paree existir resquicio para el amor (la frustrada relación amorosa, por razones de religión, entre Omar y  Hadir) o las ansías de evasión (Binj y su novia, que quieren abandonar cuanto antes la vida que llevan en Ajami); tampoco para la más elemental inocencia o actitud artística (el pequeño Nasri, quien se dedica a plasmar en un cómic los acontecimientos que tienen lugar en el barrio).
Además, la violencia resulta tan habitual y, por lo tanto, tan cotidiana para los habitantes de Ajami, que los violentos acontecimientos que polarizan el film son "presentidos" por uno de los personajes, aunque ese presentimiento se revele, en uno de los casos, fatídicamente erróneo en su cálculo, en la que resulta una de las ideas más poéticas (aunque tristes) de todo el film. Para más inri, cuando Dando y dos compañeros suyos intentan detener a un camello en plena calle, son los propios habitantes del barrio (¡!) los que impiden la acción policial, logrando con ese comportamiento que la vida en el lugar se revele todavía más absurda y ridícula.


El muy interesante material argumental con el que trabajan los dos directores no encuentra, en mi opinión, un equivalente formal igual de intenso. La película adolece de los mismos defectos que otras muchas producciones actuales que intentan acercarse a la ficción a través de una postura documental: la cámara en mano y la estética documental "justifican" el (casi) nulo trabajo de composición con la imagen, de la que apenas destaca verdaderamente algo más que la expresión que aportan a la misma los rostros de los actores, siendo el trabajo con los fondos o el empleo dramático de los espacios prácticamente nulo (más allá de la condición que esos espacios puedan llevar implícita). "Ajami" se encuentra muy lejos, en muchos sentidos, de los logros de los mencionados líneas arriba últimos films de Oliver Hirschbiegel y Lu Chuan, que también emplean con frecuencia la cámara en mano, o tienen como claro objetivo artístico el acercamiento de las posturas documentales y de ficción, sin por ello perder de vista muchos otros elementos afines al lenguaje cinematográfico: la cuidadosa composición de los encuadres, el color y la fotografía, la presencia de sonido o su ausencia, etc.; de todas formas, los directores de "Ajami" parecen creer, al igual que Lu Chuan, que el protagonismo colectivo - en lugar del individual - resulta más apropiado para lograr un acercamiento más objetivo hacia los hechos que relatan). El film de Scandar Copti y Yaron Shani es más interesante por lo que cuenta que por como lo cuenta (dejando a un lado, como ya he dicho, su interesante estructura dramática, que se permite alterar la cronología de los acontecimientos con la - loable - finalidad de poner en evidencia el juicio inicial que el espectador se forma de los mismos: nada es lo que parece en Ajami: nada es simple, cualquier acontecimiento es siempre mucho más complicado de lo que aparenta, la tela de araña que extiende Ajami sobre sus habitantes lo devora todo y a todos.

Las miradas o los más pequeños actos de los personajes son los que mejor reflejan en el film el mundo que este retrata: los fugaces y reiterados contactos físicos de los enamorados Omar y Hadir, constantemente alerta ante miradas ajenas que puedan delatar la relación que mantienen, ya sea en casa del padre de la chica, lugar en el que aprovechan cualquier instante en el que se quedan solos para flirtear brevemente, o la misma pareja durante sus encuentros en el restaurante que regenta el padre de Hadir, lugar en el que se ven obligados a "representar" un papel diferente al "real" ante los demás. O  actos como la premeditada acción de Binj de cambiar por harina (o azúcar) el contenido de unas bolsas con droga, sin ser consciente de que ese acto devendrá uno de los detonantes (el otro es la aparición del reloj del hermano de Dando en manos del inocente Malek) de un trágico acontecimiento del film. También los primeros planos que reflejan el dolor de Malek, durante la celebración de su cumpleaños, al ver un vídeo que muestra a su madre enferma felicitándole desde el hospital.

"Ajami" es un film irregular pero necesario, que alcanza a donde no llegan los periódicos y telediarios occidentales. La conclusión del film es tajante y pesimista, distanciándose de ese modo de los más esperanzadores finales de "Cinco minutos de gloria" y "Ciudad de vida y muerte".

* Se recomienda complementar la lectura de este escrito y el visionado de este film con los respectivos escritos y visionados  de "Ciudad de vida y muerte" y "Cinco minutos de gloria".

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