martes, 28 de julio de 2015

RÍO CONCHOS (RIO CONCHOS, 1964, GORDON DOUGLAS)


Si bien la década de los sesenta es menos fructífera en lo que a número de westerns importantes se refiere que los años cuarenta o cincuenta, no es menos cierto que durante la época en cuestión ven la luz un buen número de películas pertenecientes al género y que entre ellas se cuentan algunas realmente excelentes. Por un  lado, John Ford continúa en la cresta de la ola entregando un conjunto de cuatro filmes que, si nos atenemos a un criterio de calidad y no a uno meramente cronológico, podría mantener la siguiente e ideal progresión, en un arco de calidad que iría de lo notable a lo magistral: El sargento negro (Sergeant Rutledge, 1960), Dos cabalgan juntos (Two Rode Together, 1961), El gran combate (Cheyenne Autumn, 1964) y El hombre que mató a Liberty Valance (The Man Who Shot Liberty Balance, 1962). Por otro, unos pocos cineastas fundamentales coetáneos de Ford también encuentran la manera de prolongar sus respectivas voces en el género. Howard Hawks entrega la excepcional El Dorado (ídem, 1966), mientras que Raoul Walsh hace lo propio con Una trompeta lejana (A Distant Trumpet, 1964), un buen film que, si bien destaca por sus notables composiciones en formato panorámico, no se encuentra a la misma altura en apartados como el interpretativo, encabezado por una inapropiada y desangelada pareja de actores protagonistas, Troy Donahue y Suzanne Pleshette.

Gordon Douglas, de espaldas, con Alan Ladd y June Allyson en el set de rodaje de The McConnell Story

 
Un tercer y más productivo ‘mosquetero’, Henry Hathaway, entrega otros cinco westerns que, dejando a un lado el titulado Nevada Smith (ídem, 1966), que no he tenido la oportunidad de ver, van de lo atractivo, Alaska, tierra de oro (North to Alaska, 1960) y El póker de la muerte  (5 Card Stud, 1968), a lo notable, Los cuatro hijos de Katie Elder (The Sons of Katie Elder, 1965) y Valor de ley (True Grit, 1969), además de dirigir tres episodios para el film colectivo La conquista del Oeste (How the West Was Won, 1962), en el que también participan, con una sola historia cada uno, John Ford y George Marshall, además de un Richard Thorpe que se limita a aportar unas breves secuencias de transición. 

 Gordon Douglas dirigiendo a Joan Weldon en La humanidad en peligro


A ellos cabe sumar la labor de un veterano como John Sturges, que entrega tres westerns de relieve, Los siete magníficos (The Magnificent Seven, 1960), La batalla de las colinas del whisky (The Hallelujah Trail, 1965) y La hora de las pistolas (Hour of the Gun, 1967), de John Huston con Los que no perdonan (The Unforgiven, 1960) y Vidas rebeldes (The Misfits, 1961) –film este último que probablemente no pueda ser considerado un  ejemplar de puro western– o del más joven y enérgico Sam Peckinpah con hasta tres películas que sin duda alguna se encuentran entre lo más destacado de su filmografía, la notable Mayor Dundee (Major Dundee, 1965) y las excelentes Duelo en la alta sierra (Ride the High Country, 1962) y Grupo salvaje (The Wild Bunch, 1969). A todas ellas cabe sumar películas tan interesantes como Estación comanche (ídem, 1960), de Budd Boetticher, Cimarrón (Cimarron, 1960), de Anthony Mann, El último atardecer (The Last Sunset, 1961), de Robert Aldrich, Los profesionales (The Professionals, 1966), de Richard Brooks, La noche de los gigantes (The Stalking Moon, 1968), de Robert Mulligan, o, por supuesto, las dos películas de un realizador hoy en día tan olvidado como Gordon Douglas, Río Conchos (Rio Conchos, 1964) y Chuka (ídem, 1967). A la excelente Río Conchos he dedicado una extensa y merecida re/visión en las páginas de la revista Transit: cine y otros desvíos, exclusivamente centrada en el magnífico partido que el realizador logra extraer del formato panorámico, probablemente uno de los más brillantes de la historia del cine.


miércoles, 22 de julio de 2015

DOSSIER ESPECIAL TRANSIT MOMENTOS MUSICALES


A pesar de haber transcurrido ya ¡más de tres meses! desde su publicación, doy cuenta aquí hoy de la aparición en las páginas de la revista digital Transit: cine y otros desvíos de un curioso dossier especial bautizado como “Momentos musicales” que sus editores convirtieron entonces en particular terreno abonado para el ensayo breve cinematográfico. Al mismo han contribuido una variada nómina de hasta veinticinco críticos que desde un punto de vista estrictamente personal ofrecen un conjunto de heterogéneas propuestas siempre centradas en aquellos momentos cinematográficos, más o menos alejados en el tiempo, en el que uno o varios personajes de un determinado film bailan o cantan (o ambas cosas simultáneamente) con el fin de expresar o comunicar un determinado sentimiento interior. Al margen de los gustos personales de cada lector, el listado de películas convocadas no tiene desperdicio alguno, y en él encuentran cabida desde obras (o autores) de trascendencia histórica más que contrastada hasta otras que, o bien son poco conocidas, o bien permanecen demasiado olvidadas. En cualquier caso, en esta ocasión lo más importante es que cada una de las propuestas se encuentra acompañada por un oportuno video que permite descubrir (o redescubrir) aquel fragmento o fragmentos musicales a los que cada uno de los autores se refieren en sus respectivos textos. 


El listado por orden cronológico es el siguiente: El gran desfile (The Big Parade, 1925, King Vidor) por Quim Casas, Cléo de 5 a 7 (Cléo de 5 à 7, Agnès Varda, 1962) por Adrian Martin, El profesor chiflado (The Nutty Professor, 1963, Jerry Lewis) por un servidor, Cría cuervos (Carlos Saura, 1976) por Covadonga G. Lahera, Killer of Sheep (Charles Burnett, 1978) por Cristina Álvarez López, El cazador (The Deer Hunter, Michael Cimino, 1978) por Carles Matamoros, Corrientes de amor (Love Streams, John Casavettes, 1984) por Guillermo Triguero, Todo en un día (Ferris Bueller’s Day Off, John Hughes, 1986) por Óscar Brox, Voces distantes (Distant voices, still lives, Terence Davies, 1988) por Endika Rey, ¡Átame! (Pedro Almodóvar, 1990) por Javier Gascón, Happy Together (Wong Kar-wai, 1997) por Manu Argüelles, Celebrity (Woody Allen, 1998) por Pablo García Conde, Magnolia (Paul Thomas Anderson, 1999) por David Martínez de la Haza, Beau Travail (Claire Denis, 1999) por Eulàlia Iglesias, Deseando amar (In the mood for love, Wong Kar-Wai, 2000) por Antoni Peris Grao, Armonías de Werckmeister (Werckmeister harmóniák, Béla Tarr, 2000) por Daniel Jiménez Pulido, Las reglas del juego (Rules of attraction, Roger Avary, 2002) por Gerard Alonso Cassadó, Last Days (Gus Van Sant, 2005) por Sergio Morera, Maradona por Kusturica (2008, Emir Kusturica) por Roberto Amaba, Southland Tales (Richard Kelly, 2009) por Mónica Jordan, Gamer (Mark Neveldine y Brian Taylor, 2009) por Ricardo Adalia, The Deep Blue Sea (Terence Davies, 2011) por Gerard Casau, Laurence Anyways (Xavier Dolan, 2012) por Arantxa Acosta, Spring Breakers (Harmony Korine, 2012) por Nicolás Ruiz, Cavalo dinheiro (Pedro Costa, 2014) por Cloe Masotta, y, por último, una panorámica un tanto especial, a cargo de Violeta Kovacsics, que traza un itinerario que va de El terror de las chicas (The Ladies’ Man, 1961) de Jerry Lewis, a la mucho más reciente Her (Spike Jonze, 2013).


El dossier, que se encuentra dividido en dos partes, se ve completado con una breve introducción que aclara el origen del especial, el cual se remonta a nada menos que cuatro años atrás, y con un artículo escrito al alimón por Daniel de Partearroyo y Carles Matamoros que, bajo el revelador titulo de Los karaokes en el cine, traza sin ánimo de exhaustividad alguno una determinada línea cronológica formada por películas que, o bien contienen en su interior secuencias que anticipan el uso del karaoke en el cine –el In Dreams de Roy Orbison que, interpretado en playback por Dean Stockwell, suena en un célebre momento de Terciopelo azul (Blue Velvet, 1986) de David Lynch, o bien extraen un determinado sentido dramático del uso puntual, en vivo y en directo, del invento musical en cuestión Lost in Translation (2003) de Sofia Coppola.

En cualquier caso, un menú cinéfilo tan refrescante como veraniego.