martes, 29 de junio de 2010

MAYNILA: SA MGA KUKO NG LIWANAG (THE NAIL OF BRIGHTNESS, 1975, LINO BROCKA)

Título Original: Maynila: Sa mga kuko ng liwanag
Año: 1975
Nacionalidad: Filipinas
Duración: 125 min
Director: Lino Brocka
Guión: Clodualdo Del Mundo Jr., según una historia de Edgardo Reyes, a partir de su propia novela, Sa mga kuko ng liwanag
Actores: Hilda Koronel, Bembol Roco, Lou Salvador Jr., Joonee Gamboa, Pio De Castro III, Danilo Posadas

Sinopsis: Julio Madiaga es un joven de 21 años que, tras ver como su chica, Ligaya Paraiso, es secuestrada para ser vendida como prostituta en Manila, decide trasladarse a vivir a la capital de Filipinas, con la intención de averiguar el paradero de su amada y llevársela de vuelta consigo. El peligro que representa Manila para Julio quedará manifiesto con la accidental muerte de un compañero en unas obras en las que el joven también trabaja como peón. Poco a poco, el camino que llevará a Julio hasta Ligaya se irá estrechando de forma inevitable, mientras el joven se encuentra con extraños personajes de la capital (un falso policía, un joven que vende su cuerpo a los hombres, un grupo de pintorescos homosexuales, etc.), y se cruza reiteradamente por las calles de Manila con la Sra. Cruz, una mujer implicada en el secuestro.






Viaje al fin de la noche
El cine filipino está de moda. O eso parece desprenderse, mes a mes, de algunos artículos publicados en revistas nacionales de cine, de comentarios en blogs y foros de internet, o del circuito de festivales de cine internacionales. El año pasado, durante el Festival Internacional de Cinema Fantàstic de Sitges 2009, pudieron verse films tan brillantes como  "Independencia" (Ídem, 2009), de Raya Martin, o que  merecen olvidarse, caso de "Kinatay" (Ídem, 2009), de Brillante Mendoza: a la vista de ambos films, resulta evidente que, en lo que a cine filipino se refiere, no es oro todo lo que reluce, pero dejemos que algunos se entretengan ahora ensalzando obras que serán olvidadas con el paso del tiempo (aunque ese último factor, por desgracia, y ahora más que nunca, afecte también a películas que no se lo merecen).

"Maynila: Sa mga kuko ng liwanag" es una de las obras más conocidas (en círculos muy minoritarios, para que engañarnos) de Lino Brocka, el cineasta que propinó un verdadero empujón al cine de su país,  induciendo, con sus poco convencionales películas, la aparición inmediata de un buen número de cineastas que dieron forma a algo parecido a un (por aquel entonces) impensable "cine filipino". No voy a engañar a nadie, "Maynila: Sa mga kuko ng liwanag" es la primera (y por el momento única) película que he visto de este cineasta, y aún pareciéndome una obra cuyos resultados distan de ser excepcionales, me parece francamente interesante, y, por momentos, notable.
Se trata de una obra áspera, cruda y nihilista, verdaderamente incomoda para el espectador, y que retrata con notable autenticidad a los personajes y ambientes más comunes (durante los años 70, claro está) de Manila, la capital de Filipinas.

Las primeras imágenes del film, filmadas en blanco y negro y de tono inequívocamente documental (el uso del sonido directo sería una de las convenciones más comunes en este tipo de tratamiento: el film de Brocka no es ajeno a ella), muestran el despertar de Manila: al silencio inicial de las calles, apenas interrumpido por el sonido del barrer de las escobas del servicio de limpieza urbano, le siguen, progresivamente con mayor intensidad, los sonidos (o quizá sea mejor decir ruidos) más característicos de una gran ciudad: cláxones, gente hablando, vehículos desplazándose, músicas que vienen de cualquier parte, etc. El último plano de este conjunto de imágenes corresponde a Julio Madiaga, el joven de 21 años protagonista de la historia, y su aparición propicia la primera y atractiva idea de Brocka que adquiere cierto relieve expresivo: el plano que muestra a Julio esperando en la calle, aunque inicialmente visto en blanco y negro, no tarda en teñirse de color. Con la aparición del color, puede decirse que empieza la ficción propiamente dicha, aunque el realizador filipino parece señalar, con ese uso inicial del blanco y negro, que, pese a todo, ésta se inscribe en el territorio de una realidad plenamente reconocible, la de Manila, que él conoce de primera mano.
Pese al uso del color, la fotografía del film se caracterizará por su tendencia a un hipotético realismo fotográfico, que en este caso concreto también podría denominarse como de "realismo sucio": fealdad visual, frecuentes zonas en penumbra en los diversos espacios interiores, filmados además con pocas fuentes de luz artificial, textura de la imagen más bien terrosa y/o grisácea en los exteriores, etc. 


Al finalizar las mencionadas imágenes, Julio aparece ya deambulando por la ciudad de Manila, y su primer objetivo es conseguir un empleo, para poder mantenerse económicamente a flote mientras indaga acerca del paradero de su novia, Ligaya Paraiso, chica a la que un grupo mafioso ha secuestrado con la intención de venderla como prostituta. Paul Schrader no le haría ascos, probablemente, a la historia que tiene lugar partiendo de esta premisa: la estancia de Julio Madiaga en Manila devendrá un verdadero descenso al infierno, al mundo oculto bajo la superficie (nada tranquilizadora, de todos modos) de la capital de Filipinas. La diferencia principal, respecto a los films de Schrader, es que Julio no es un personaje que anhele alcanzar una redención personal, pues, que el espectador sepa, no ha hecho nada malo. Más bien todo lo contrario: su bondad e ingenuidad saltan a la vista; pero la tensión y la violencia circundante irán contaminando progresivamente los actos (y también el alma) de Julio. Si, en Schrader, personajes como los protagonistas de "Posibilidad de escape", "American Gigoló", "Taxi Driver", etc. buscan alcanzar la redención personal, a través generalmente de un acto violento, pero purificador, para, de ese modo, alejarse de su propio infierno, en el film de Brocka, Julio lo tendrá verdaderamente crudo para desprenderse de la perversión de Manila al final de su recorrido: la poética cinematográfica que acostumbra a endulzar las cosas (incluso en los mencionados films de Schrader y Scorsese) desaparece casi por completo en el film del filipino: Julio procede de un tranquilo pueblo, pero ha ido a parar a la boca del lobo, a un infierno para el que no existe camino de retorno: no hay concesiones para nadie en Manila; tampoco para él.

Pese a que "Maynila: Sa mga kuko ng liwanag" es deudora, en algunos aspectos, de los peores tics visuales de los años 70 (caso de algunos horribles y torpes zooms), o Brocka realza los recuerdos de Julio acompañándolos con una musiquilla dulzona y mediocre, lo cierto es que ambos elementos reducen su presencia en el film a contadas ocasiones. Respecto a los recuerdos de Julio (que funcionan a modo de flashbacks que van explicando al espectador la relación que mantenía éste con Ligaya, hasta llegar a la desaparición de la chica) conviene destacar la forma en como estos son introducidos visualmente por el director filipino: una secuencia determinada de la película progresa con normalidad, hasta ser bruscamente interrumpida por varios insertos fugaces (dos o tres, casi al modo de rápidos parpadeos) que preceden a la fijación definitiva en pantalla de una imagen evocada mentalmente por Julio, quien acostumbra a tener este tipo de fugas mentales (que le recuerdan constantemente su verdadero objetivo en Manila), en cualquier momento que se preste a ello. Como he dicho antes, la música de acompañamiento de estos recuerdos resulta demasiado dulce, y de una mediocre calidad artística, pero aunque este aspecto desentona respecto a la contundencia narrativa del resto del film, es evidente que Brocka fuerza conscientemente ese contraste dramático entre el idealizado pasado de Julio junto a la chica y el infierno actual que representa Manila para los personajes.


"Maynila: Sa mga kuko ng liwanag" puede ser calificado, en el mejor sentido del término, de film clásico (asumiendo que los aspectos del film deudores de movimientos cinematográficos como el neorrealismo, la nouvelle vague, etc. ya deberían estar plenamente asimilados por el cine contemporáneo).
Al respecto, me parece interesante mencionar algunos momentos del film; Ej.: cuando un compañero de Julio sufre un accidente mortal, al caer al vacío desde una considerable altura en las obras en las que ambos trabajan, Brocka recurre al uso de ángulos picados (para mostrar el cuerpo del accidentado en la zona del impacto) o contrapicados (para mostrar a sus compañeros observando al cadáver desde los pisos superiores); en otra secuencia que tiene lugar cercana la conclusión del film, Julio asesina a un hombre con un picahielos, y Brocka también emplea picados y contrapicados para acentuar visualmente la violencia del momento. Esta secuencia en concreto no puede menos que recordar al final del film "Taxi Driver", filmado por Martin Scorsese en 1976: es decir, un año después del film de Brocka. No pretendo insinuar, ni mucho menos, que el realizador italoamericano plagiara al filipino, pero las coincidencias que presentan ambas secuencias son múltiples: Julio asciende por unas escaleras (muy débilmente iluminadas, imbuidas de penumbra) hasta alcanzar la puerta del piso en el que se encuentra su víctima; al aparecer ésta frente a Julio, el joven empieza a clavarle compulsivamente el picahielos que porta como única arma (detalle importante, pues resalta todavía más la miseria de Manila), mientras una mujer que observa la situación grita de forma chirriante; el cadáver del hombre se desliza por las escaleras, y Julio, recuperando el control de sí mismo, huye del lugar. Al final del film de Scorsese, Travis Bickle se enfrentaba a varios hombres que prostituían a una adolescente, y para llegar hasta ellos también recorría el pasillo y las escaleras en penumbra de un sucio edificio. Una de sus primeras víctimas recibía un disparo en una mano, dando como resultado inmediato la amputación de varios dedos, y propiciando unos desgarradores gritos de odio del hombre: "Te mataré, hijo de puta. Te mataré", que se repetían mientras Travis seguía masacrando a los compañeros del mismo. 
La diferencia evidente es que la acción violenta de Julio tiene el valor de una venganza, pues tiene lugar una vez Ligaya ya ha resultado muerta, pero, en cambio, Travis Bickle llevaba a cabo su acto violento con la perspectiva (finalmente alcanzada) de que una menor que ejercía la prostitución para un grupo de proxenetas pudiera ser liberada de semejante cárcel. Un mismo tipo de acto sangriento propicia resultados tan alejados el uno del otro como la purificación de Travis Bickle o el definitivo descenso a un pozo sin fondo de Julio Madiaga. Las calles de Nueva York retratadas en el film de Scorsese y Schrader no eran demasiado diferentes de las de Manila retratadas por Brocka en "Maynila: Sa mga kuko ng liwanag".

Otra secuencia que merece especial atención, por su larga duración (12 minutos en total) y tempo reposado, pero también por el singular drama que tiene lugar en ella, es aquella en la que Julio y Ligaya, tras su ansiado reencuentro, conversan apaciblemente en el interior de una habitación, intuyéndose por la posición de los actores en el decorado (tumbados sobre una cama, desnudos pero tapados por una sábana) que ésta tiene lugar tras el más lógico contacto físico entre amantes. La secuencia es uno de los pocos momentos de verdadero reposo que encuentra Julio a lo largo del film, y está filmada, principalmente, con primeros planos de larga duración, pues el interés primordial de Brocka en este momento es profundizar en la psicológica de sus personajes, especialmente en lo concerniente al personaje de la chica, que relata a Julio todas sus desventuras desde que fue secuestrada, y también que ha tenido un bebé con un hombre que la retiene junto a él. El ritmo pausado de la secuencia, aunque fácilmente parangonable al habitual en muchos cineastas asiáticos de aquella época, no impide que visualmente el film se halle mucho más cerca de los modelos cinematográficos occidentales (principalmente europeos) propios de la década.

El plano final (que no desvelaré aquí) de la nihilista película de Lino Brocka, es tan contundente e injusto para Julio Madiaga, el protagonista, como el que acontecía en otra película de los años 70 que también retrataba la violencia y la soledad humana en una gran urbe, esta vez norteamericana, la magnífica "Buscando al Sr. Goodbar" (Looking for Mr. Goodbar, 1977), de Richard Brooks.




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