jueves, 3 de diciembre de 2015

MASACRE (VEN Y MIRA) (IDI I SMOTRI, 1985, ELEM KLIMOV)


Aunque cuando se habla de cine bélico, por regla general, apenas se suelen mencionar un puñado de películas archisabidas que van desde la magistral Objetivo: Birmania (Objective, Burma!, 1945), de Raoul Walsh, hasta exponentes más recientes como la interesante Salvar al soldado Ryan (Saving Private Ryan, 1998), de Steven Spielberg, o la irregular y filosófica La delgada línea roja (The Thin Red Line, 1998), de Terrence Malick, pasando, claro está, por películas tan conocidas como El puente sobre el río Kwai (The Bridge on the River Kwai, 1957), de David Lean, Apocalypse Now (1979), de Francis Ford Coppola, o La chaqueta metálica (Full Metal Jacket, 1987), de Stanley Kubrick, todas ellas, con la relativa excepción que supondrían la cuarta y la sexta al estar coproducidas con el Reino Unido,  pertenecientes a la hegemonía que sobre tal género ha tenido siempre el cine americano, lo cierto es que existen otros exponentes ‘foráneos’ que creo merecen tanta atención como aquellas. 

El cineasta Elem Klimov en 1987 

Pienso en títulos como la magnífica producción alemana Cuatro de infantería (Westfront 1918: Vier von der Infanterie, 1930), de Georg Wilhelm Pabst, la italiana y no menos excelente La gran guerra (La grande guerra, 1959), de Mario Monicelli, la china Ciudad de vida y muerte (Nanjing! Nanjing!, 2009), de Lu Chuan, la británica Las águilas azules (The Blue Max, 1966), de John Guillermin, la polaca La pasajera (Pasazerka, 1963), de Andrzej Munk y Witold Lesiewicz –exclusivamente centrada en el funcionamiento de los campos de concentración– o la rusa Masacre (ven y mira) (Idi i smotri, 1985), de Elem Klimov. 


A esta última, película escalofriante como pocas que se revela auténticamente capaz de ofrecer una perspectiva diferente de lo que supone participar activamente en una guerra, he dedicado un extenso análisis publicado recientemente en la revista digital Transit: cine y otros desvíos, dentro de su sección Re/visiones. Huelga decir que, quien no sea especialmente amante de las emociones fuertes, debería mantenerse alejado de una película cuyas rotundas imágenes pueden llegar a remover conciencias. Han pasado treinta años desde su estreno y lo cierto es que no se me ocurre ningún film bélico posterior (o anterior) que pueda comparársele en dureza. El artículo puede leerse en el siguiente enlace: